Construyendo humanidad
El arquitecto y premio de la Cátedra de Cooperación 2023 relata la historia de Mamadou Dia, que llegó a La Gomera en cayuco y regresó a Senegal para montar un proyecto de desarrollo local
Pedro Torres Domingo
Allá por 2006, hace casi dos décadas, llegaba a La Gomera un cayuco que había partido desde Senegal, tal y como sigue sucediendo hoy en día. Muchos de los asustados jóvenes que arribaron a la isla fueron enviados hacia la península a diferentes centros de acogida, donde continuaron su viaje. De entre todos, voy a escribir acerca del devenir de uno de ellos: Mamadou Dia.
No pudo salir de España en seis años, durante los que vivió un sinfín de peripecias de alojamiento, trabajo, alimentación e integración que le llevaron a escribir su historia en el libro titulado ‘3.052: Persiguiendo un sueño’. Gracias a eso, en 2012, volvió a su hogar, Senegal, para más adelante poner en marcha ‘Hahatay, son risas de Gandiol’, un proyecto de desarrollo local que defiende que todo es posible.
La asociación empezó trabajando en tres líneas de actuación: migración, voluntariado y desarrollo local sostenible, que se han ramificado para llegar cada vez a más lugares. Y es que, como desde Hahatay aseguran, no se ponen límites y se atreven con todo. En este momento, su actividad abarca la defensa de los derechos de las mujeres, así como el de movilidad y de ciudadanía global, ayudan al desarrollo de negocios locales a través de Hahatay Hub y todo lo hacen apoyando la cultura y la comunicación.
La defensa que realizan de los derechos de las mujeres va mucho más allá de la teoría, pues basta un paseo por las zonas de trabajo para comprobar su integración y presencia en multitud de puestos de responsabilidad. Además, fomentan el debate mediante charlas y presentaciones que buscan fortalecer la comunidad y promover su crecimiento.
Trabajan para garantizar el derecho a la migración y a una ciudadanía global. Conscientes, de primera mano, de las dificultades que acarrea el poder salir para estudiar o trabajar a otros países, buscan que ese derecho reconocido internacionalmente se ejerza como es debido.
Hoy en día, con pasaporte español se puede viajar de España a Senegal sin necesidad de visado y permanecer hasta tres meses en el país africano. El recorrido en sentido contrario implica pedir un visado previo pago del equivalente a ochenta euros, demostrar que se posee un sitio donde quedarse o la invitación de un residente español y que no haya sospechas de que se quiera permanecer en el país europeo pasado el tiempo del visado. Lo que, en la práctica, se traduce en que la petición se puede rechazar sin dar explicaciones ni devolver el dinero.
Por este motivo, potencian la creación de pequeñas empresas que se enfoquen en la autonomía económica y que tengan mirada comunitaria y social. Empresas como Ban Ak Suuf (bioconstrucción, donde tuve la suerte de participar y aprender), Nité (textil), Man Na Nekk (ganadería), Güm Sunu Bopp (comunicación) o Defaratt (reciclaje) son algunas de las que permiten a los jóvenes formarse y trabajar, aportando razones de peso para apostar por quedarse en su tierra.
Además, cuentan con un potente equipo de comunicación a nivel local y nacional. Realizan programas de radio, charlas y jornadas apoyando la cultura propia, y este último año han organizado con gran éxito importantes festivales en Saint-Louis. Así, sonrisa a sonrisa, y como lleva por nombre su centro de desarrollo comunitario Tabax Nité, construyen humanidad.
¿Inmigración ilegal?
“Mi madre, de un abrazo, se tiró a mi cuello y rompió a llorar, no tenía mucha fuerza, la recogí antes de que llegara al suelo, pensaba que le iba a dar algo. (…) Yo intentaba calmarla, con mis lágrimas (…). Lloraba por muchas razones, muchas culpas, y todas eran mías. Mama Khady estaba muy delgada, parecía enferma o recién salida de una enfermedad. Me culpaba a mí mismo de haberle robado el sueño, la salud, la fuerza; le había robado todo, hasta el pensamiento”.
Esto es un fragmento de cómo el propio Mamadou relata el reencuentro con su madre a su vuelta a Senegal. Imaginémonos en su piel, extrapolémoslo a las más de 50.000 personas migrantes llegadas a España este año y no olvidemos a aquellas que jamás podrán ya vivir un momento parecido, ni ningún otro. ¿Inmigración ilegal? Duelen las fronteras como cicatrices en la propia piel.
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