Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Apuntes sobre Japón

El cuidado del patrimonio histórico es extraordinario, me impresionaron Kyoto e Hiroshima

El profesor Federico Torralba (1913-2012) ejerció como catedrático de Historia del Arte en varias universidades y, entre ellas, la de Zaragoza (1972-1983). En esta especialidad estudió y enseñó algo sorprendente, o raro, entre nosotros, como es el arte del sudeste asiático y, especialmente, de Japón. Su fascinación por este país lo llevó a una actividad poco común: el coleccionismo. Algunas de las personas que estén leyendo estas líneas recordarán haber visitado en el Museo de Zaragoza una magnífica exposición con todos los objetos que acumuló en su vida y que, generosamente, donó para que la pudiésemos admirar. He leído, aunque no puedo confirmar la exactitud de la afirmación, que es la colección más notable de arte japonés fuera de Japón.

Como lector hace ya años que me acerqué a la obra de Haruki Murakami, autor muy difundido fuera de su país y eterno aspirante al premio Nobel de Literatura. No lo tengo entre mis favoritos, pero la atmósfera cerrada y desasosegante, además de la descripción de ambientes nada conocidos entre nosotros, me ha enganchado a varias de sus obras.

En el cine mentiría si dijese que soy fan de los grandes directores japoneses. De hecho, la película sobre este país que más veces he visto, y con mucho agrado, es de una directora estadounidense, Sofía Coppola: Lost in translation. Y sobre la más reciente de Wim Wenders: Perfect days no tengo opinión pues no la he visto, siguiendo algunos consejos para que pospusiera su visionado hasta mi regreso.

Durante la Expo de 2008 quedé admirado del pabellón japonés. Si no fue el mejor poco le faltó. Con una apuesta muy original, doblando la altura de los demás, su pantalla ejercía una enorme atracción y el audiovisual sobre la historia y arte de Japón era deslumbrante. A ello hay que añadir que el príncipe heredero, Naruhito, que asistió como representante de su país, nos dio una extraordinaria lección de cortesía, compartiendo con nosotros parte de su tiempo antes de volver a su país.

Por todo lo que llevo escrito se habrán hecho a la idea de que tengo una especial curiosidad sobre Japón desde hace años y que recientemente he estado allí. Sería presuntuoso por mi parte exponer una profunda reflexión sobre lo que he visto, por lo que no lo haré. Me voy a limitar a dar algunas pinceladas sobre lo que he aprendido en un viaje muy agradable e interesante, que me permito recomendar.

Lo primero que llama la atención es que conducen por la izquierda. Supongo que ese es un dato muy conocido y que no aporta nada, pero no es así. El manejo del móvil, continuo, por parte de los taxistas, con su mano izquierda, y los giros en sentido contrario al nuestro te dan algún susto. Viéndolos andar, por las calles y, sobre todo, por los pasillos del metro, impresiona su disciplina. Van todos por el carril marcado y aunque esté abarrotado nadie se desplaza por el otro, generalmente vacío. Visten de forma muy occidentalizada, salvo en lugares muy turísticos, donde se ven kimonos. Choca que muchos hombres, trabajadores en oficinas suponemos, llevan traje y corbata, algo que por estos lares va desapareciendo. Siguiendo con la indumentaria, es abrumador el uso de zapatillas deportivas, definitivamente las grandes marcas han ganado la batalla, las empresas de zapatos, de los tradicionales, han perdido gran parte del mercado, allí y aquí. La naturaleza es exuberante y el cuidado que hacen de la misma ejemplar. Los parques y jardines son tratados con un mimo exquisito, con jardineros trabajando en todos ellos como si cualquier flor fuese la llave del firmamento. Por las calles y transportes la limpieza es casi perfecta. El cuidado del patrimonio histórico es extraordinario, me impresionaron Kyoto e Hiroshima.

Sobre los móviles queda poco por decir, su uso es masivo y nos guste o no ha venido para quedarse. En nuestras ciudades es común ver a personas, jóvenes y no tanto, ir mirándolo a todas horas, en transportes públicos y caminando. Pues allí es extraño ver a alguien que no lo lleve abierto, y si puedes ver sus pantallas, en las aglomeraciones en el metro es imposible no hacerlo, compruebas que van viendo anuncios, jugando o chateando, nada de llamadas urgentes o de trabajo.

Para organizar un viaje de estas características es imprescindible disponer de buena información y hay cientos de páginas web que la proporcionan, tal vez en exceso. En mi caso los consejos que me dieron, previos al viaje, fueron de una gran ayuda. Debo citar a David Almazán, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza y gran conocedor de este país y al matrimonio formado por Pilar Pastor y Javier Celma, que amablemente atendieron mis dudas y las resolvieron.

Finalmente voy a contar una anécdota que nos agradó mucho. En un restaurante pedimos vino, sin especificar marca o país de origen, dejándolo a la elección de quien nos atendía, y nos sacó una botella de Borsao, del Campo de Borja.