El derbi aragonés

Uno más, dos menos. La crónica del Huesca-Real Zaragoza (1-1)

Huesca y Zaragoza firman tablas en un derbi raquítico con más polémica que fútbol

Zapater enfila el camino a los vestuarios después de que López Toca le muestre la tarjeta roja.

Zapater enfila el camino a los vestuarios después de que López Toca le muestre la tarjeta roja. / ÁNGEL DE CASTRO

Jorge Oto

Jorge Oto

Uno más tenía el Real Zaragoza sobre el campo cuando López Toca mandó a la calle a Zapater en una rigurosa decisión que lo cambiaba todo otra vez. Un gol más tenían entonces los de Escribá, que se habían adelantado poco antes aprovechando una roja a Pulido que pareció bastante más clara que la asignada al otro capitán. Con dos futbolistas menos se quedaba el partido. Y con dos puntos menos un Zaragoza al que todo se le había puesto de cara hasta que el árbitro, y el VAR, le dieron la espalda.

Ambos técnicos guardaron fidelidad a su dibujo de cabecera, un 4-4-2 en el que Puche acompañaba a Giuliano, vigilado de cerca por Blasco, en los zaragocistas y con Joaquín junto a Obeng en un Huesca con Juan Carlos entrando desde la izquierda. 

Pero la batalla estaba en la medular, donde Francho y Zapater se batían en duelo con Timor y Sielva en busca de la gobernanza bajo la premisa básica de evitar por todos los medios pérdidas que pudieran propiciar contragolpes, la palabra más temida por unos y otros. Joaquín es de los que más tablas muestra en ese tipo de escenarios y así quedó claro antes del primer cuarto de hora, cuando el azulgrana inició una transición veloz tras una anticipación de Pulido sobre Giuliano para servir a Juan Carlos, pero Nieto impidió el duelo con Cristian y el balón quedó a los pies de Obeng, que disparó al poste.

El Zaragoza ya tenía el susto metido en el cuerpo y el Huesca, crecido, dio un par de pasos al frente. Juan Carlos probó a Cristian a media distancia sin causar excesivos apuros al meta de un cuadro blanquillo que disponía del balón pero no del control de un choque que el Huesca parecía tener donde quería.

Escribá trataba de responder acumulando presencia en el centro, con Bebé y Vada algo más centrados y Giuliano en continuo movimiento para crear problemas al Huesca. Y vaya sí los creó, pero lejos de la zona de influencia. En pleno círculo central. Allí, un Pulido excesivamente revolucionado entraba por detrás al argentino en una acción tan peligrosa como innecesaria y que le mandó de cabeza a la ducha. El error mayúsculo del central descompuso a su equipo y dio alas al Zaragoza. Empezaba otro partido totalmente distinto.

Ziganda respondió al roto a base de dedal y aguja y tiró de Rubén Pulido para recomponer la defensa, lo que sacrificó a Joaquín, otro respiro para un Zaragoza que aprovechó enseguida la superioridad numérica. Nada más reiniciarse el duelo, una internada de Gámez desde la derecha acabó con el balón, tras un mal control de Ratiu, en la bota derecha de Bebé, con todo lo que eso conlleva. El disparo del luso superó sin remisión a Andrés y situaba al equipo de Escribá ante el mejor escenario posible.

Pero, apenas ocho minutos después de que el capitán azulgrana enfilara el camino hacia los vestuarios, el del Zaragoza recorría esa misma senda tras levantar la bota cerca de la cabeza de Sielva en una acción que el árbitro castigó de forma excesiva. La roja a Zapater devolvió la ilusión a El Alcoraz y las dudas a un Zaragoza que había estado cerca de aumentar la renta en otro acercamiento desde la derecha de Gámez tras robar el balón a Juan Carlos. El lateral, sin embargo, reincidió en su errónea elección en el centro y perdió la ocasión de noquear a un rival que afrontó el temprano restablecimiento del equilibrio de fuerzas como una oportunidad irrechazable para explotar la flojera de un adversario aturdido por el golpetazo.

Y tampoco tardó el Huesca en aprovechar el regalo del oponente. Escribá, en una decisión muy cuestionable, decidió no mover el banquillo para reconstruir el centro del campo y situó a Vada junto a Francho desplazando a Puche a la derecha a la espera, quizá, del descanso o en busca de un mayor control de balón. La decisión se antojaba otro error y Obeng se encargó de demostrarlo tras mandar a la red un rechace de un frágil Cristian a disparo de Ratiu en el descuento previo al descanso.

El tanto psicológico abocaba el tercer partido dentro de un mismo encuentro. El segundo tiempo, ya con Alarcón en la medular, comenzaba con un Huesca renovado que estuvo a punto de marcar a los dos minutos a través de un disparo de Ratiu que se topó con una pierna bajo palos.

Pero el partido se adentró en una fase marcada por el miedo a perder. Solo el desborde de Valentín alteraba la quietud impuesta por un Zaragoza que no quería más sobresaltos. Y apenas las hubo más allá de un par de incisivas incursiones de Ratiu y un par de intentos de Timor y Miguel que se toparon con Cristian.