La opinión de Sergio Pérez

El Zaragoza de Mas y el oro que no reluce en el campo

El proyecto que lidera Jorge Mas ha puesto ya unos cimientos sólidos desde el punto de vista económico e inmobiliario, con la reordenación financiera de la SAD, una importante inversión de más de 35 millones de euros y la participación en el nuevo estadio. Sin embargo, hasta la fecha se le ha quebrado el soporte sobre el que verdaderamente se construye un club de fútbol: el éxito deportivo.

Jorge Mas atiende a los medios de comunicación en una visita a Zaragoza.

Jorge Mas atiende a los medios de comunicación en una visita a Zaragoza. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Decimos de Jorge Mas porque es la persona que el grupo inversor eligió para ponerle cara al proyecto por razones de alcance representativo mundial, presencia y saber estar. Sin embargo, el Real Zaragoza no es un club presidencialista. Es un enrevesado conglomerado de actores relacionados con el mundo del deporte, la empresa, la gran inversión y el sector inmobiliario con una plataforma de toma de decisiones compleja, en la que intervienen los ejecutivos que viven en la ciudad, con Raúl Sanllehí y Juan Carlos Cordero al frente, la propiedad y el resto de los consejeros, figuras intermedias del grupo con perfil técnico-deportivo y otras que en apariencia no están, pero que en realidad tienen un peso trascendental.

En la segunda temporada de esta aventura, el Real Zaragoza de Mas, de Mas y de todos sus compañeros de viaje, sobre todo los que mayor peso accionarial tienen, ha sido exitoso desde el punto de vista financiero: la SAD ha invertido más de 35 millones de euros entre la compra de las acciones a los anteriores dueños y las sucesivas ampliaciones de capital y ha conseguido reducir la deuda neta por debajo de los 50 millones. Producto de todo ello, el límite salarial con el que ha contado el club en este último mercado de invierno ha superado los 10,7 millones, la mayor cifra de la última década y una cantidad compatible con tener una plantilla para soñar con el ascenso con los pies en el suelo y de manera real.

Además, la SAD participa y se ha comprometido a participar en los años venideros en la construcción de la nueva Romareda. El inicio de las obras está programado para este julio con el derribo del gol sur. En la sociedad participan tres actores. Hasta ahora, el motor económico clave ha sido el Gobierno de Aragón. A su lado, el Ayuntamiento de Zaragoza y el propio club. Al final de este proceso, lo que está previsto es que la inversión de cada una de las partes acabe siendo la misma. Esa es la idea que se ha hecho pública. Luego, el futuro habrá que escribirlo y tendrá los renglones que tenga.

Hasta la fecha, el nuevo grupo inversor ha sido un dios de las finanzas. Ha ido dando pasos muy importantes desde el punto de vista económico para sanear las cuentas de la entidad, reforzar su estructura financiera y hacerla más fuerte en el presente y, sobre todo, en lo que venga. Sin embargo, todo ese caudal económico, la gran mayoría convertido en capital social, no ha alcanzado al césped, donde el efecto de la actual propiedad ha sido endemoniado.

Las cosas no salieron bien en la temporada de estreno y el equipo terminó decimotercero a catorce puntos del sexto clasificado. Dos entrenadores y una plantilla con numerosas lagunas. En la segunda, la actual, todo empezó como un cuento de hadas y está encaminada a acabar como un cuento chino. Tras la disputa de la jornada 29, el Zaragoza marcha decimocuarto a ocho puntos de la zona de playoff y la crisis de juego y de resultados ha provocado que Julio Velázquez, el segundo técnico del curso, esté contestado en La Romareda y en la cuerda floja.

El proyecto que lidera Jorge Mas, que desde el inicio se marcó un primer horizonte interno de tres temporadas para cumplir objetivos, ha puesto ya unos cimientos sólidos desde el punto de vista económico e inmobiliario, con la reordenación financiera de la SAD y el nuevo estadio. Sin embargo, hasta la fecha se le ha quebrado el soporte sobre el que verdaderamente se construye un club de fútbol: el éxito deportivo, terreno en el que aquellos inversores recibidos en su día como dioses están errando como demonios. No está siendo oro todo lo que reluce.