Opinión | COSAS QUE PASAN

¡Me gusta mi novio!

No lo puedo evitar, con tanto fraude y sinvergüenzas sueltos tan ricamente por ahí, hoy me siento folclórica y he buscado en Spotify una canción antigua que cantaban Luisa Linares y los Galindos: ¡Me gusta mi novio! Y se la dedico a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, que lo debe estar pasando fatal.

La canción, muy castiza y torera, dice así en su estribillo: «Me gusta mi novio, porque es rumboso/Me gusta mi novio porque tiene la cara morena, porque sabe quitarme las penas y por muchas cosas más/ Me gusta mi novio, y el salero que tiene al hablar....». Pues claro, cómo no le va a gustar su novio, Alberto González Amador, si son tal para cual. Un técnico sanitario que trabajaba en el sector Quirón Salud. Al parecer se conocieron en el Hospital Zendal durante la pandemia. ¿Se acuerdan? Ese macroedificio que siempre parecía vacío y que la presidenta mandó construir en Madrid. Cuando estalló la pandemia el mozo vio un nicho de mercado más rentable y medió con empresas diversas cobrando comisiones millonarias por las mascarillas.

Y mientras estábamos en lo peor de la epidemia, sufriendo confinados en nuestras casas, con cientos de muertos en los hospitales y la Salud Pública colapsada, otros se llevaban dos millones de euros en comisiones por las mascarillas y defraudaban a Hacienda. El novio de Ayuso creó empresas ficticias para emitir facturas falsas con las que camuflar el beneficio obtenido con las comisiones por la intermediación sanitaria en los momentos más duros del virus mortal. De técnico sanitario (el que va en las ambulancias) pasó a comisionista millonario.

En 2021, a nombre de su empresa investigada por fraude fiscal y falsificación de facturas, se compra un Maserati, un vehículo de lujo valorado en más de 80.000 €. Desde ese año no paga impuestos por el cochazo y debe seis multas de Tráfico al Ayuntamiento de Madrid. La buena racha sigue y la pareja de la presidenta compra dos pisos de lujo valorados en más de dos millones. El piso de abajo está a nombre de su novio. La pareja disfruta de un total de 387 m2 en pleno barrio de Chamberí, una de las zonas más caras de Madrid. En una de las terrazas se ve ondear al viento la bandera de España.

En estos años oscuros, la señora Ayuso dio la orden de no atender a los ancianos de las residencias de Madrid. Allí se abandonó y dejó morir a más de 7.000 ancianos. «Una de las mayores barbaridades de nuestra democracia», como escribió Alfonso Alegre en este periódico. También el resto de la sociedad buscábamos desesperadamente mascarillas en las farmacias a 40 euros el paquete de diez unidades para evitar contagiarnos.

Ahora la presidenta de la Comunidad de Madrid parece que se desmarca del novio y ante las cámaras se refiere a él como «un particular». Y sigue cargando contra el Gobierno, que según ella utiliza todas las amenazas del Estado contra un particular. Después de lo del comisionista Koldo y el exministro Ábalos solo nos faltaba el culebrón de Ayuso y su particular pareja. Continuará.

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