Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Nadal

Todos estábamos de acuerdo en que la despedida de Rafael Nadal no podía ser en una rueda de prensa, siendo muy de celebrar que se haya fragmentado en «varias despedidas», allá donde «parece» que juega por última vez.

Digo «parece» porque de este monstruo del tenis todavía cabría esperar que al año próximo, con 39, se animara a disputar algún trofeo.

De momento, Rafa se ha despedido del torneo de Madrid con valiosas victorias sobre De Miñaur y Pedro Cachín, cediendo por los pelos ante un iluminado Jiri Lehecka que jugó el partido de su vida. Le esperan Roma y París, donde podrá seguir ganando partidos y quién sabe si presentar su candidatura a una nueva final.

Sea como sea, estamos ante el mejor deportista de la historia.

Lo escribo así porque no recuerdo o sé de ningún otro atleta o jugador que, a un palmarés como el suyo, añada un ejemplo humano de semejante dimensión, una serie de valores de tal magnitud, significado y difusión.

Nadie como Rafael Nadal ha enseñado a niños, jóvenes y mayores que el deporte al máximo nivel sólo es posible aplicándole el máximo sacrificio cada día y cada hora el día. Siendo asimismo imprescindible no cometer errores ni excesos (ni siquiera de confianza), no incurrir jamás en el pecado de la vanidad, en la mala educación o en la menor falta de respeto hacia el adversario o el público.

Profeta del tesón y de la superación individual, voluntad de hierro, y al mismo tiempo equilibrado, sonriente, familiar, cariñoso y próximo con sus alumnos y fans, Nadal ha sido generosísimo con su generación, a la que representa, y más aún con su país, al que enaltece en ese cielo de gloria deportiva del que nadie ni nada podrá ya descenderlo. Cada estrella de su firmamento ha sido soñada primero y tachonada después con el esfuerzo y la épica de un jugador, atleta, deportista único en la historia de las competiciones, hasta allá donde nuestra memoria alcanza.

Un genio universal pero muy español, cercano y positivo, de contagioso optimismo y participativa alegría. Estimulante y ejemplar, didáctico, heroico.

Patrimonio nacional. Un nombre para la historia.

Suscríbete para seguir leyendo