Opinión | el artículo del día

Una parada útil para la democracia

El parón de la actividad política y gestora del presidente del Gobierno no es fácil de interpretar, ni en sus razones ni en sus consecuencias. Algunos despachan el asunto con mucha frivolidad, como siempre: es una estrategia del malvado Sánchez para seguir sentado en el sillón, el dictador, el déspota, el bolivariano. Más allá de la sinceridad y honestidad del presidente, que yo sí creo, los motivos, que le llevan a dar ese paso de dirigirse a la ciudadanía, tienen sustancia y debemos ser conscientes de las amenazas al sistema democrático y por supuesto de buscar remedios. El objetivo de la política de bulos y falsedades propagadas y amplificadas desde las redes sociales, distorsionando e interpretando medias verdades, lo que buscan es subvertir los resultados de unas elecciones e influir para que se produzcan cambios de mayorías, algo que en un proceso normal no consiguen. Todo ello a partir de la iniciativa de determinados partidos políticos y con la colaboración necesaria de algunos medios de comunicación y elementos pertenecientes a los poderes del Estado.

La democracia debe buscar los medios de defenderse y desde valores democráticos, protegerse. No es un asunto de si se hace un daño personal al presidente o al político de turno, sino que es una estrategia que invalida a priori o a posteriori el propio sistema democrático. En estos momentos tenemos información y pruebas suficientes sobre estas prácticas antidemocráticas. El brexit y las elecciones que ganó Trump fueron dos casos en los que se utilizaron con resultados exitosos para los tramposos. Más recientemente el caso de Mónica Oltra o el del primer ministro portugués Antonio Costa son ejemplos elocuentes del daño que producen al sistema democrático las fake news y las redes sociales, utilizadas torticeramente por determinados sectores políticos aprovechando los resquicios que deja el sistema democrático. Las mentiras pueden tener las patas muy cortas pero las consecuencias son muy graves y largas.

El problema es conocido por diversas instituciones públicas desde hace tiempo e incluso algunas compañías tecnológicas, que posibilitan estas prácticas, han sido apercibidas en ocasiones a que actúen para frenarlas. Esta misma semana sin ir más lejos Bruselas se ha dirigido a META emplazándole a que actúe contra las falsas noticias y la desinformación. En otras ocasiones han sido las propias compañías las que en algún momento han actuado. Recordemos que Twitter canceló la cuenta de Trump por su comportamiento divulgador de mentiras y falsedades. Cierto que no todo el mundo tiene por qué creerse los bulos que le cuentan, pero también que no todos tienen el tiempo, las ganas y formación suficiente para discernir lo cierto de lo falso. No todos tenemos las mismas oportunidades de dedicar tiempo y recursos para informarnos.

Estas practicas no son meros hechos aislados, inconexos. Cada vez está más clara la existencia de campañas bien estudiadas y organizadas estratégicamente que aprovechan todos los resquicios que dejan la ley y las instituciones. El asunto es para tomárselo muy en serio. El periodo de decisión del presidente para decidir si continúa o no, como víctima vicaria de esas prácticas, ha sido objeto de críticas. Resulta inédito, pero creo que no es una exageración ni un asunto grave un periodo de reflexión con ese argumento de que nadie puede dejar de trabajar cinco días sin más. Afamados comentaristas dijeron que se tomaban un periodo de reflexión después del fiasco de no acertar con los resultados del 23-J. No son los mismos tiempos los de los ciudadanos que los de la política. Feijóo se pidió dos meses para preparar una conocida y sabida de antemano fallida investidura. Dos meses en la gestión de un gobierno eso sí que es realmente importante. La cuestión es de si este largo puente ha servido para algo.

He dicho al principio que creía en la sinceridad y en que no veía ningún cálculo político en ese parón. Creo que ha tenido consecuencias. Primero, evitar que la derecha alcanzara por la vía judicial lo que no consiguió en las urnas. La dimisión de Sánchez seguramente nos hubiera llevado a otras elecciones y no se trata de repetir elecciones hasta que el que las pierde, al final, las gane. El resultado por tanto de su no dimisión es un triunfo de la democracia. En segundo lugar, se ha puesto en el debate público los riesgos que tiene la democracia en este siglo XXI, distintos a los que tenía hasta hace no tantas décadas. El siguiente paso será diseñar posibles respuestas que no serán seguramente fáciles dado que los temas sobre los que incide, la libertad ideológica y la libertad de expresión, son esencias básicas precisamente en una democracia.

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