EL TRIÁNGULO

Campeonas

Carolina González

Carolina González

Les voy a confesar algo. Se me han acumulado los temas sobre los que escribir. Yolanda Díaz y Sumar, la resistencia de Podemos a perder protagonismo, Feijóo en Zaragoza celebrando su aniversario como líder y hablando más del PSOE que de su proyecto, Ayuso y su ego infinito… Pero uno sobresale sin ninguna duda: las chicas del Casademont Zaragoza.

Han ganado la final de la Copa de la Reina. Han luchado como jabatas cada eliminatoria. Han exhibido ganas, fortaleza, inteligencia y capacidad de sufrimiento, que en todos los deportes son cualidades fundamentales para llegar a lo más alto. Pero son campeonas no por haber recogido el trofeo, merecidísimo, ante casi 10.000 personas, sino por cómo trabajan desde hace tiempo.

Un equipo humilde y consciente de que cada punto, cada partido, cada grito de apoyo de la afición tiene que currárselo, capaz de despertar una emoción colectiva que llevaba años adormilada en la ciudad. Una ilusión que ha hecho vibrar al pabellón Príncipe Felipe, un público listo, responsable y partícipe del sueño que está viviendo toda la afición al baloncesto en España.

El deporte femenino lleva tiempo reclamando el protagonismo que se merece. Y poco a poco lo está consiguiendo. Evidentemente no al ritmo que nos gustaría a muchos, pero sí con el paso suficientemente firme que no deja opción a que este camino se frene.

Vamos desmontando los mitos que siempre sobrevuelan aquello que da miedo que progrese. Por ejemplo, el del público. Se ha visto que un buen partido no entiende de sexos y si el nivel es bueno, los espectadores lo disfrutamos. El de la calidad, que parece atribuirse siempre a los hombres. Si a las mujeres se las remunera bien para que puedan dedicar el mismo tiempo a su formación como jugadoras pueden ser, de hecho lo son, las mejores. O el de la visibilidad, en la que los medios de comunicación nos hemos volcado para demostrar que la igualdad se enseña practicándola.

Espero que el reconocimiento ahora de la gran hazaña del equipo sea exactamente el mismo que el que se le daría a un conjunto de hombres con una Copa del Rey en sus vitrinas. Igual que habría estado bien que la reina Letizia hubiese estado presente en la final que lleva su nombre. Que las mieles de este éxito las saboreen durante mucho tiempo y no desaparezcan en pocas semanas. Que se las homenajee como es debido. Que se las valore como merecen. Y que se las tenga en cuenta en la historia del deporte con nombre de mujer, esos a los que a menudo cuesta referirse cuando se habla de referentes. Cuesta cambiar la inercia, pero cuando se consigue, es ya imparable.

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