EL TRIÁNGULO

Alimentar al adversario

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Esta semana tomaron posesión como senadores autonómicos el expresidente Javier Lambán y Eloy Suárez, y la controversia volvió a girar sobre política nacional, aunque la queramos vestir de regional como afectados por un pacto que todavía no se ha producido, un gobierno que no se ha investido y una amnistía de la que no conocemos ni un solo término.

Estamos en época de monocultivo, a poder ser el que se marque desde Madrid, no desde la comunidad que también se sube rápido a cualquier asunto, sino desde la centralidad del poder. Estuvimos semanas con la elección del verano como tiempo de elecciones y sus consecuencias para la democracia, otras tantas con la importancia de la lista más votada en generales cuando en la periferia se había hecho justo lo contrario, y ahora que empieza el tiempo de descuento para Pedro Sánchez, el único problema que cubre todo es la amnistía.

Ya la campaña de las autonómicas se presentó por los partidos como un plebiscito sobre Pedro Sánchez, aquí en Aragón incluso una parte de su partido esperaba sacar réditos de su oposición a los planteamientos del secretario general. No salió bien en términos de victoria y el Partido Popular no hace más que recordárselo, mucho buscar un acento propio en contra de la postura del PSC y del gobierno de España para acabar votando lo mismo que ellos.

Lealtad pedía Rubalcaba o demuestra Zapatero en cada declaración, que empujó a su partido cuando la campaña estaba decidida a favor de Feijóo. No sé quién le debe lealtad a quién, los partidos no son entes monolíticos en los que sólo exista una opinión, aunque las primarias parecieron producir ese efecto. Es indiscutible que González, Guerra, Rodríguez Ibarra tienen su total derecho a la discrepancia con la dirección actual de su partido, pero cuando las diferencias son tan de raíz lo único que dañas son las posibilidades de lo que hasta hace poco considerabas tu casa. La gestión de las mayorías y el respeto a las minorías siempre ha sido muy difícil en cualquier organización, pero la expresión continua de la discrepancia solo favorece al partido rival. Que se lo recuerden a Mariano Rajoy, y su enconamiento con Aguirre, Cospedal o Aznar, o más bien de ellos contra él que terminó en momentos débiles para su partido azotado por los procedimientos judiciales saliendo de un restaurante al lado del Congreso para no volver. Nuñez Feijóo buscaba su consolidación como líder de la oposición con esa investidura fallida, necesita unificar al Partido Popular en una sola voz para que esa división entre Borjas y Cayetanas no se lo lleve a él por en medio. La debilidad en política se paga con la derrota.

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