La 34ª jornada de Segunda

Buen punto, mal empate. La crónica del Levante-Real Zaragoza (1-1)

El Zaragoza logra sumar en Valencia pero no explota su superioridad numérica durante media hora

Cristian, Jair, Lluís López y Grau se abrazan al término del partido ante el gesto resignado de Bouldini.

Cristian, Jair, Lluís López y Grau se abrazan al término del partido ante el gesto resignado de Bouldini. / JM López

Jorge Oto

Jorge Oto

Pudo ganar el Real Zaragoza. Pero también perder. Fue un buen punto el sumado por el equipo aragonés en el Ciutat de Valencia, pero un mal empate porque pocas veces tendrá tan a tiro un triunfo que malogró por su incapacidad para culminar contragolpes por muy claros que sean y por una extrema ternura cuando se aproxima al área de un rival que jugó con uno menos durante media hora. Pero a este Zaragoza justo y frágil le da para lo que le da. Un punto más, sí, pero otra vez dos menos. Al menos, la cuenta no para. 

Edificado sobre un novedoso 4-1-4-1 en el que Zapater ejercía de pivote escoltado por Francho y Alarcón, el Zaragoza afrontó la contienda enfundado en mono de trabajo y con pico y pala en mano. Tocaba remangarse ante un Levante dispuesto a demostrar desde el inicio su exuberante fortaleza en casa, donde había perdido apenas dos encuentros y encajado solo siete tantos. Las credenciales situaban a los aragoneses en un escenario difícil, así que demostrar coraje en los compases iniciales se antojaba fundamental para dejar claro al rival que iba a tener que sudar de lo lindo para superarlo.

Pero no salieron las cosas como estaban previstas. A los tres minutos, el árbitro cometía el primero de sus múltiples errores al amonestar a Alarcón por una falta cometida por Bermejo. La tarjeta sacó de quicio al chileno, que ya no levantó cabeza y al que el colegiado perdonó la expulsión en varias acciones equivocadas del mediocentro, al que Escribá, con buen criterio, ya había sacado del campo antes del descanso para evitar males mayores bien conocidos.

Pasaron más cosas en los primeros diez minutos que en muchos partidos completos de un Zaragoza que, a los diez minutos, ya iba por debajo en el marcador. Iborra salió vencedor del reto que planteó a Jair pero Cristian evitó el gol con un despeje que fue a parar a Montiel, una pesadilla durante todo el choque, cuyo disparo superó la estirada del meta zaragocista.

A esas alturas, el Levante ya había perdido a Vezo por lesión y De Frutos había decidido llevar por la calle de la amargura a un Nieto que, sin embargo, no tardaría en rehacerse para borrar del campo a uno de los mejores jugadores de la categoría y demostrar que es uno de los zaragocistas más en forma.

El extremo era una amenaza desde la derecha, lo que pudo ser determinante para que Escribá variara al dibiujo y ordenara el regreso al habitual 4-4-2 con Bermejo acostado a la izquierda echando una mano a Nieto, que agradeció la nueva compañía. Pero De Frutos tenía cuerda para rato y volvía a meter el susto en el cuerpo al Zaragoza con un disparo cruzado que se perdió por muy poco tras un error de Zapater. El descanso, ya con Vada en el campo en lugar de Alcorcón, sirvió para despejar la mente y afrontar la segunda parte con otra cara.

Y tanto que cambió la fisonomía de un Zaragoza que, dos meses después, volvía a contar con Azón, cuya presencia fue agua bendita para un conjunto aragonés en el que el 4-4-2 volvía a tener el mayor sentido del mundo. 

Pero el Levante repitió el guion y comenzó el segundo tiempo con el mismo ímpetu que había derrochando en el primero. Soldado estrelló en el larguero un disparo lejano poco antes de que Nieto, muy presente en ataque, intentara sin éxito sorprender a Cárdenas con el exterior de su bota izquierda.

Pero el peligro era Montiel, un futbolista de zurda exquisita que fue un tormento. Dos tiros consecutivos del madrileño rozaron un segundo tanto que habrían ajusticiado a un Zaragoza que seguía creyendo. 

Azón remataba alto un servicio de Bebé, que había entrado al campo por el lesionado Vada, cinco minutos antes de que Bermejo firmara un golazo que ejercía de justa recompensa al notable partido del madrileño, al que la defensa del Levante dio todo el tiempo del mundo para prepararse un disparo con efecto que superó a Cárdenas.

El empate premiaba la valentía de Escribá en los cambios y en presentar batalla a un rival superior al que el gol dejó grogui y que besó la lona cuando el árbitro expulsó a Sarachi por decirle algo a un línea. El partido se ponía de cara a un Zaragoza que se fue a por su oponente.

Pero un misil de Pepelu que golpeó violentamente contra el larguero metió el susto en el cuerpo a un Zaragoza que empezó a dudar entre ir a por todas o esforzarse más en retener el punto. El partido se convirtió en un correcalles marcado por la desastrosa gestión de Bebé en contragolpes claros. Montiel la tuvo y también Giuliano, pero el marcador no se movió. El empate no está mal. Tiene su punto.