La opinión de Sergio Pérez

Azón y un doble de Azón con jerarquía para ascender

Iván Azón celebra el gol que le marcó al Racing en La Romareda.

Iván Azón celebra el gol que le marcó al Racing en La Romareda. / ÁNGEL DE CASTRO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Había ya algunas cosas que habían empezado a encajar. El equipo estaba ganando consistencia defensiva y había reducido el número de goles recibidos, Fran Escribá había encontrado una cierta estabilidad en las alineaciones y, jornada a jornada, punto a punto casi siempre, se iba estirando la racha de partidos sin perder. Había también jugadores que venían de crecida, acercándose a su mejor momento de la temporada: Francho, Bermejo y Nieto especialmente, pero también Bebé, regular y constante en sus prestaciones, Jair o Lluís López.

El Real Zaragoza daba las suficientes señales de mejoría para que el entrenador se lanzara a vaticinar que para lograr la permanencia no pasaría penuria alguna. Finalmente así será. Sin embargo, ese refuerzo colectivo se ha robustecido de manera muy llamativa con el regreso de Iván Azón a los terrenos de juego.

Tras otra lesión muy latosa, el delantero volvió en la segunda parte contra el Levante y entre él y Bebé cambiaron la dirección del partido y el equipo sumó un punto que no fueron tres porque falló estrepitosamente en los contragolpes de última hora. Esa progresión se refrendó posteriormente en casa contra el Granada, que mordió el polvo, y este fin de semana frente al Racing, que salió goleado después de jugar con diez 70 minutos.

La presencia de Iván Azón cambia al Real Zaragoza, no solo por su aportación individual sino por el efecto contagio y dominó que produce en el resto. Lo explicó muy bien Escribá: Azón mejora a sus compañeros. Su presencia arriba junto a Giuliano es diabólica por una combinación de factores: por la suma de energía juvenil, por su complementariedad, por el vigor físico y la presión defensiva que ejercen, por su capacidad para chocar, por la repetición de esfuerzos, por la habilidad para correr a los espacios y la velocidad para ganarlos, por el peligro que producen juntos y porque el gol está así más cerca. La reunión de esa dupla, unida al magnífico estado de forma de Bermejo y a la presencia de Bebé, que acelera el fútbol por la izquierda, han contribuido a elevar al Real Zaragoza a otro escalón superior al que había ocupado hasta ahora. Arriba por fin hay frescura.

Azón se ha perdido 23 jornadas y ha participado solo en 13. Ha estado yendo y viniendo, entrando y saliendo, cayendo y levantándose toda la temporada. No ha jugado con continuidad en ningún momento. Su ausencia ha sido demoledora para el Real Zaragoza, por sus propios efectos y porque quien debería haber cubierto ese hueco, Pape Gueye, no lo ha hecho y el precipicio se ha hecho profundísimo.

El club tenía en verano dos grandes activos jóvenes en ataque, Azón y Giuliano, y un tercero complementario, Mollejo. El error en la contratación de Gueye y la concentración de lesiones disminuyeron el potencial ofensivo de manera sensible, tanto que las dificultades para marcar han sido terribles todo el año. La lección para lo que venga es palmaria: un fallo tan acusado como el de Gueye, junto a un cierto infortunio, echa al traste una temporada. Este próximo verano, el Zaragoza tendrá que mejorar su acierto obligatoriamente cuando acometa un fichaje de referencia para el ataque y, además, protegerse. Para que si el plan A falla por imponderables del fútbol, haya algo verdaderamente solvente detrás, más allá del vacío atronador de esta campaña.