Real Zaragoza

Una casa de locos. La contracrónica del Real Zaragoza-Eldense

La Romareda se empeña en ser un fortín y registra la mejor entrada en mucho tiempo. El Real Zaragoza no ganaba tres partidos seguidos como local desde hace un año y medio

Los jugadores zaragocistas cantan junto a la grada de animación tras una nueva victoria, un ritual sagrado.

Los jugadores zaragocistas cantan junto a la grada de animación tras una nueva victoria, un ritual sagrado. / ANDREEA VORNICU

Jorge Oto

Jorge Oto

Tres victorias en otros tantos partidos, cinco goles a favor y ni uno solo en contra. La Romareda, señores, se ha empeñado en convertirse en un fortín inexpugnable. Ni siquiera la famosa DANA pudo con un zaragocismo que acudió en masa a vivir otra fiesta y tomó las de Villadiego justo antes de que comenzara la fiesta. Porque eso es en lo que se ha convertido un partido del Real Zaragoza. Pura alegría. Gozo. Sonrisas. Orgullo.

Algo más de 26.000 personas se dieron cita en el estadio municipal como el que acude a la llamada del general para defender la fortaleza. El entusiasmo y la locura colectiva se han instalado entre una afición que rescata aquellas sensaciones previas a la irrupción de la maldita pandemia. Entonces, como ahora, también se creía invulnerable y poderosa. Imagen y semejanza de un equipo fuerte, valiente y con el guapo subido. Aquel sueño se convirtió en pesadilla pero Zaragoza nunca se rinde. 

Este equipo recuerda a aquel de Víctor Fernández, pero transmite incluso una mayor sensación de hegemonía. Son solo cuatro jornadas, sí, pero tiempo suficiente para transmitir al resto de contendientes que están ante un señor equipo. Eficaz, eficiente y efectivo. Un candidato serio a un ascenso que se ha metido entre ceja y ceja de una parroquia entregada a los suyos no por devoción ni fe ciega sino porque le han otorgado motivos de sobra para volver a soñar.

El Zaragoza ganó al Eldense casi sin querer. Como hace una semana en Tenerife, le acompañó esa fortuna que suele ponerse siempre del lado de los más fuertes. Y la creación de Cordero y Escribá derrocha fortaleza, sobre todo, en retaguardia, donde resulta harto difícil no solo hacerle daño, sino incluso acercarse a comprobar si tiene cosquillas.

Un año y medio llevaba el Zaragoza sin encadenar tres victorias consecutivas ante su gente. El dato advierte de la relevancia de un inicio de temporada en el que el conjunto aragonés es el único de Primera y Segunda que se mantiene imbatido y luce un candado gigantesco en una portería defendida con uñas y dientes por una zaga en la que, como en el resto del equipo, la mitad de sus integrantes son canteranos. Un tesoro de valor incalculable.

En esos 18 meses (desde el 11 de marzo de 2022 cuando el Zaragoza derrotó consecutivamente a Las Palmas, Almería y Fuenlabrada), las cosas no han ido del todo bien para una afición harta de estar harta y que hace tiempo que se ha ganado un cielo al que mira después de cada partido rogando que el tiempo pase rápido. Pero, mientras tanto, piensa seguir pasándolo en grande, que ya le toca. El ‘Moverse, maños, moverse’, un cántico convertido en himno, suena a música celestial al final de cada partido.

La Romareda sigue siendo un fortín y el Zaragoza es el mejor. Palabras mayores para un zaragocismo que ve alejarse con celeridad tanta mediocridad acumulada en más de una década. Su equipo tiene ahora esa solidez y solvencia que se exigen para ser aspirante y candidato a escapar del infierno.

Se ha desatado la locura colectiva en una masa social que ha batido el récord de abonados en la historia del club en Segunda con casi 28.500 almas y que amenaza con dejar pequeño un estadio que ya provoca sudores fríos entre los rivales. El Eldense, recién llegado al fútbol profesional, hincó la rodilla sin remisión. Como antes lo hicieron Valladolid y Villarreal B. Aquí se viene a sufrir. No se hacen prisioneros. Una casa de locos.