La 38ª jornada de Segunda

El Real Zaragoza se cae como un castillo de naipes

El Zaragoza mantuvo el dibujo de tres centrales, que Víctor no tocó pese a ir por detrás, y cambió de guardia en la portería con el retorno de Cristian para disolverse como un azucarillo en defensa, con claros errores que le condenaron en una derrota tan justa como inquietante y descorazonadora

Cristian Álvarez saca el balón de su portería con los jugadores del Burgos celebrando el 0-1 de Montiel.

Cristian Álvarez saca el balón de su portería con los jugadores del Burgos celebrando el 0-1 de Montiel. / JAIME GALINDO

Apostó Víctor por mantener los tres centrales que habían dado una sensación de mayor seguridad en Huesca y Leganés, justificándolo el técnico en las bajas que tiene en el medio, y cambió el dueño de la portería, con el regreso de Cristian, pero el Real Zaragoza dejó claro que la reacción en esos dos duelos viajeros fue más ficticia que real, que el equipo se levantó en momentos tan puntuales como claves, cuando el rival golpeó, pero eso no le valió ante el Burgos, que lo descosió sin problemas, con una fragilidad defensiva alarmante y con el flanco de Valera, carrilero que con Velázquez dio más prestaciones, como la autopista por la que llegaron los goles. Cuatro disparos a puerta necesitó el Burgos para hacer tres goles. No le hizo falta más, el castillo de naipes y la abulia zaragocista, el no salir con sangre en los ojos como dijo Víctor, se encargaron del resto.

El Zaragoza ha tenido una reacción más anímica y futbolística, aunque ante el Burgos ni eso, que de resultados (9 puntos de 24) desde la llegada de Víctor Fernández, que no logra frenar la sangría de goles, ya que el equipo lleva seis partidos seguidos encajando dianas, lo que en una escuadra con tan poquita pegada es un pecado mortal. Si además se cometen errores tan flagrantes como los que ayudaron a un Burgos mucho más suelto con el balón, con el talento de Curro y Montiel y con más despliegue en el medio, el paso a la defunción es claro.

El disparate defensivo, que Víctor por cierto no tocó en todo el duelo más allá de la lesión de Lluís López, comenzó con el primer gol del Burgos, donde Valera sobre todo, aunque no fue el único, se quedó protestando un posible penalti de Córdoba que no lo era en absoluto para que Joni Montiel entrara como cuchillo en mantequilla y la mandara a la escuadra de Cristian.

La segunda laguna letal llegó nada más comenzar el segundo acto, con un balón en el Triángulo de las Bérmudas que era la espalda de Valera y en el que el recién salido Jair no encimó a Fer Niño para que el remate de Curro lo desviara lo justo Mouriño y que Cristian no pudiera despejar el balón en un retorno a la portería difícil de explicar por el momento y dado el nivel de Édgar Badía, que no había cometido errores graves y donde el argentino encajó tres y solo pudo atrapar un remate, de Appin.

El Burgos, mejor equipo, más asentado y que no tuvo que sufrir, superó con claridad a un Zaragoza apagado, sin soluciones desde el banquillo y que terminó el disparate con un resbalón de Francés en el envío de Borja para que Sancris firmara ante Jair y con un remate ajustado el tercer y definitivo gol. La derrota, por mucho que el colchón se mantenga con el descenso, es muy inquietante y, sobre todo, descorazonadora.