EN DETALLE

Los vecinos de los pueblos afectados por la gastroenteritis: "Algo pasa y no lo dicen..."

La vida en Novallas y Torrellas continúa su camino sin apenas cambios, aunque sus habitantes critican la "falta de información"

"La situación se está alargando demasiado y aquí solo ha llegado un bando", dicen

Ana Lahoz

Ana Lahoz

Quizás sea porque vivir en un pueblo, alejado del ruido, ayuda a relativizar las cosas, pero el caso es que entre los vecinos de Novallas y Torrellas no cunde el pánico ni la preocupación por el brote de gastroenteritis que tiene en jaque a parte de la comarca desde hace dos semanas. La vida y su rutina continúan en estos municipios situados al pie del Moncayo donde el principal «incordio» está en casa, al no poder usarse el agua de boca de manera cotidiana, y el «gran problema» lo focalizan en la «falta de información» por parte de las administraciones.

«En el baño hemos puesto una botella de agua para acordarnos que con ella nos tenemos que lavar los dientes. Más allá de esto, estamos más sorprendidos que preocupados porque vemos que la situación se está alargando demasiado y aquí apenas llega información», lamentaban este lunes Petra García, Jesús García y Francisco Baquedano en el interior de Tienda Juma. «¿Por qué no nos dicen de dónde viene esto? Ya estaba pasando en Tarazona y aquí nos avisaron a los días. Solo nos ha llegado un bando con unas recomendaciones y nada más», apuntaba Petra.

Esther Tomás, en la tienda tienda BM Shop, cobra una garrafa de agua este lunes.

Esther Tomás, en la tienda tienda BM Shop, cobra una garrafa de agua este lunes. / ANDREEA VORNICU

«Estamos molestos en ese sentido, pero por lo demás no tenemos ninguna presión ni la vida nos ha dado un vuelco. Compramos agua embotellada y listo, pero este mes el ayuntamiento no debería cobrar el recibo del agua», consideraba Jesús.

Hace seis días que Novallas ha despedido sus fiestas y en la plaza La Libertad los operarios municipales retiraban la plaza de toros móvil. Es un lunes más de inicio de semana, de puestos en el mercado ambulante y de café mañanero al sol. «Agradable no es, pero si habitualmente ya se usa agua de compra apenas se percibe un cambio. Yo estoy un poco más pendiente por mis padres, que son mayores, pero nada más», apuntaba María José Fernández.

En la tienda BM Shop, en la calle de la Virgen, llevan varios días haciendo pedidos «a lo grande» de agua y varios palés con botellas se agolpan en su puerta. «Al principio la gente se llevaba muchas botellas de golpe, por si acaso, pero ahora ya van poco a poco. Se creó como confusión en las primeras horas, pero ahora hay tranquilidad», señalaba Esther Tomás mientras atendía a un vecino que le matizaba: «La gente tampoco está siendo consciente de la gravedad», decía.

En el bar Medio Mundo, su propietario Ramón Carcavilla tiene bien claras las medidas. «La cafetera funciona a grados muy altos y por ahí no hay problema porque ya usaba agua embotellada. Los hielos son comprados y el lavavajillas lava a temperatura alta», contaba mientras conversaba en la barra con Eduardo García, también vecino de Novallas. «Desde las fiestas se ha oído algún caso de gastroenteritis y ya estábamos en alerta», añadió.

A unos 10 kilómetros de distancia, en Torrellas, poca gente paseaba por sus calles al mediodía. Tres vecinos tomaban un refresco en una mesa del bar Terraza del Queiles, ajenos a cualquier alerta sanitaria. «Tienes más cuidado en casa, pero nada te trastoca hacer tu vida. Lo que sí nos molesta es no tener noticias y enterarnos de las cosas por las redes o los medios de comunicación. Hace días que está pasando algo y creo que se nos ha avisado tarde», consideraban Susana Sánchez, Mónica Arjona y Jaime Pou.

"Tarazona tiene algún problema más en su red o en su distribución porque aquí bebíamos agua del grifo cuando allí no se podía y no ha pasado nada", dice un vecino de Torrellas.

Aquí en Torrellas, un pueblo de casi 300 habitantes, Sanidad está pendiente de confirmar algunos casos sospechosos de gastroenteritis relacionados con el brote. En cualquier caso, sus vecinos se muestran «incrédulos» ante la posibilidad de que la contaminación esté extendida por el río Queiles. «Tarazona tiene algún problema más en su red o en su distribución porque aquí bebíamos agua del grifo cuando allí no se podía y no ha pasado nada. En la reunión que han tenido se tenía que haber contado con los alcaldes de los pueblos más pequeños y no se nos ha tenido en cuenta. Eso nos indigna porque nos dejan de lado», decía Conchi Pérez, propietaria de este restaurante. «Hace años que el río está contaminado, que se sabe que el agua no es pura. Cerca hay muchas empresas y tienen que mirar todo bien. Algo pasa y no lo están diciendo, pero generalizar a la contaminación del río no lo veo porque aquí estaríamos afectados, ¿no?», se preguntaba otro vecino.

Mientras tanto, en las calles de Tarazona son muchos los vecinos que conocen a afectados o que han pasado ellos mismos la gastroenteritis porque la mayoría de los enfermos se registran en la ciudad. «Se está dando una cifra, pero sé de gente que ha estado mala y no ha venido aquí al centro de salud», apuntaba Gregorio a las puertas del centro sanitario. «Nosotros la semana pasada estábamos de viaje y al volver nos hemos encontrado con esto. A ver si lo solucionan ya porque es un poco extraño», contaba un matrimonio.

Ramón Carcavilla, propietario del bar Medio Mundo, en Novallas.

Ramón Carcavilla, propietario del bar Medio Mundo, en Novallas. / ANDREEA VORNICU

Justo en frente del ayuntamiento se encuentra el hotel Encanto Tarazona. En él no han detectado cancelaciones por temor al brote, aunque sí algún cliente receloso les ha preguntado. «Aquí ponemos siempre de cortesía dos botellas de agua en las habitaciones y por ahí no hay problema. Se les explica que no pueden beber del grifo y ya está», indicaba María Jesús Val, encargada del hotel. «La verdad que estamos flipando un poco porque ya son 15 días y la cosa no para», añadía. «Pero bueno, que tampoco es para tanto, ¿eh?», apuntaba su madre, María José Lasheras.

En un supermercado próximo, Rebeca Diago reponía garrafas en una estantería y contaba que ya tenía otro pedido grande. «Hay mucha demanda, más aquí, que tenemos al lado una residencia y un colegio. Pero vamos, que mientras no nos encierren como con el covid, todo estará bien», decía quitando importancia al tema.