La regulación de la Inteligencia Artificial

Carmen Bandrés

Carmen Bandrés

La inteligencia artificial está de moda. Absolutamente. Aunque todavía apenas desarrollada (al menos en el dominio público), es indudable que su influencia sobre nuestra vida va a ser más que notable, hasta el punto de que dentro de una opinión muy generalizada, marca el comienzo de una nueva era como la industrialización o internet en su día. De ello nace la necesidad de prevenir e intentar controlar los efectos de un recurso con tan inmensa capacidad para cambiar nuestra existencia, tanto para bien como para mal. ¿Es posible? Al menos, hay que aspirar a mantener una supervisión efectiva para combatir los usos indeseables, fraudulentos e incluso criminales de la inteligencia artificial, y eso es justo lo que pretende el acuerdo final al que se ha llegado en la Unión Europea sobre una ley pionera, dos años después de que se presentara el primer borrador en el Parlamento Europeo. Si bien entonces la tendencia apremiaba a imponer toda clase de restricciones a los diferentes modelos de IA generativa, muy pronto fue evidente la necesidad de compaginar la regulación con el fomento de la innovación y competencia, frente a otros actores más desinhibidos y dispuestos a situarse, a cualquier precio, en la vanguardia de la investigación y progreso en este campo. Otro punto delicado en el trámite de la nueva ley residió en el uso y potencial abuso de la IA por parte de las fuerzas de seguridad. El nuevo reglamento de la UE prohíbe el uso de la tecnología en función del riesgo que suponga para las personas, de tal forma que únicamente se admiten las máximas limitaciones ante riesgos inaceptables, en tanto que para usos generales solo se exigirá transparencia. Así, la aplicación de sistemas de identificación biométrica será viable exclusivamente dentro de las excepciones previstas para casuísticas muy especiales.

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