Opinión | AL TRASLUZ

Hombre sin noticias

Entre los llamados «aragoneses universales» dispone de lugar propio Baltasar Gracián. Sean versados o iletrados pocos aragoneses son los que desconocen al insigne escritor. Por supuesto no soy tan ingenua como para pensar que todos lo han leído, pero sí creo que, por distintos motivos, unos y otros saben de su valiosa existencia. Él, además de otros, hicieron del XVII un siglo de oro. Dedicado al pensamiento sin dar ocasión para chanzas o divertimentos, su popularidad es menor fuera de nuestra tierra, lo cual no impidió que influyera en Schopenhauer, nada menos.

No pretendo hacer hoy una glosa ni una loa de sus obras, ocasión tendrán para acercarse a ellas quienes aún no lo hayan hecho si así lo desean. Afortunadamente, los aforismos, los suyos y todos los demás, escapan a cualquier intento de algoritmificación, para disgusto de esa extendida fiebre en virtud de la cual todo lo que pretenda alcance o relevancia ha de poder ser traducido a datos y porcentajes. No, esas dosis de hondo sentido y provocación que son sus aforismos no se dejan reducir ni simplificar tan fácilmente.

Pues bien, una vez confesada mi admiración por su trabajo, me dispongo, si no a contradecirle, sí a matizar, o cuando menos a tratar de actualizar, una de sus numerosísimas cápsulas de sabiduría. Me refiero a su conocidísima fórmula «hombre sin noticias, mundo a oscuras». Basta con hacer de ella una interpretación literal, no precisa de más, de modo que lo que Gracián viene a decirnos es que vivir sin conocer qué pasa a nuestro alrededor, cerca o lejos, nos condena a una oscuridad que, entiendo, rechaza por apagar nuestras vidas.

Durante mucho tiempo compartí por completo la idea; de hecho, fue el tema en alguno de estos espacios de opinión. Hoy, sin embargo, disiento. Quizás resulte paradójico o pueda parecer abiertamente contradictorio, pero no tengo la sensación de que en la actualidad puede decirse de modo general que las noticias aporten luz. O, dicho de otro modo, el protagonismo de la posverdad como degradación de la verdad y objetividad y optimización de la mentira, junto con las falsas noticias, nada fáciles de detectar y desmontar, amén del calculado collage de noticia y opinión, hacen que cada vez resulte más complicado acceder a la luz a través de las noticias.

Ahora se hace preciso caminar entre ellas, las noticias, como si caminásemos por un espeso bosque habiendo de apartar lo que a cada paso nos impida continuar. También me vale la expresión popular de «separar el grano de la paja», pero con la dificultad añadida de que la paja va disfrazada de grano. Sé bien que la solución no puede ser la de imitar a los avestruces y esconder la cabeza debajo del ala, aunque reconozco que, en ocasiones, la gravedad de algunos acontecimientos invite a ello.

Supongo que no hay otra que seguir buscando luz, pero no sólo o no tanto la que venga del exterior, sino que más que nunca resulta imprescindible la que venga del interior. En todo caso, eso es lo que pienso hoy consciente de que, como también dijera Gracián, «toda la vida ha de ser pensar para acertar el rumbo».

Suscríbete para seguir leyendo