Opinión | cosas que pasan

Manos sucias

Cinco días de infarto nos ha ofrecido el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, hasta que hizo pública su decisión de seguir «con más fuerza si cabe al frente del Gobierno», tras su periodo de reflexión. Claro que a Núñez Feijóo esos cinco días le debieron parecer cinco largos años. El gallego ya se relamía imaginando que su invencible rival político dimitía, o amagaba con hacerlo para poner al país de los nervios.

Todo el mundo se preguntaba en esos días de finales de abril si Pedro Sánchez era un genial estratega o un político sincero. Difícil respuesta. El deportista de antaño parecía roto y con ganas de mandarlo todo al carajo. Pero las reflexiones son duras también e implican muchas llamadas de teléfono, hablar con la familia, observar la convulsión que provocaba en el PSOE esta incertidumbre. Vamos, que no se tomaba unas vacaciones para relajarse. Parece ser que una llamada con Lula caló en su ánimo cansado. Es fácil imaginar la conversación con el presidente de Brasil. «Pero hombre aguanta. Yo he estado en la cárcel, han intentado destrozarme con mentiras y campañas de infamias; pero he vuelto. ¡Resiste, Pedro, resiste!».

Es curioso cómo se presentan en internet Manos Limpias, los inductores de la denuncia contra Begoña Gómez, esposa del presidente. Textualmente se definen como «un colectivo de funcionarios públicos. Un sindicato español fundado en 1995 como representación de empleados de la función pública, que presentan denuncias que afectan a la política municipal y nacional». La realidad es que Miguel Bernad, el máximo responsable del grupo ultraderechista Manos Limpias, dedicó buena parte de su trayectoria a aprovecharse de su buena sintonía con jueces y medios de comunicación para mostrase como una especie de justiciero en temas de alta política.

Según Aoiz, líder independentista vasco, «tenía esa capacidad de criminalizar a sus objetivos, porque eran blanqueados mediáticamente y políticamente, para imponer una agenda neofascista con vinculaciones con la dictadura, aunque ellos se presentaban como un sindicato de trabajadores». El tal Bernad militó en Fuerza Nueva, y fue candidato al Parlamento Europeo en 1987 por el neofascista Frente Nacional Español, herederos de Blas Piñar. En 2006 su objetivo fue paralizar el escenario de paz que se abría en Euskadi. Con denuncias al entonces presidente Rodríguez Zapatero y Patxi López por una reunión mantenida con Otegui. Parece que se sentían a gusto con ETA matando por las calles.

Pues bien, la denuncia de Manos Limpias contra Begoña Gómez fue admitida a trámite por el juez Juan Carlos Peinado. Investigada por posible tráfico de influencias y corrupción en los negocios. La denuncia se basaba en informaciones periodísticas falsas, como han reconocido los propios responsables de esta máquina de lanzar fango y barro sobre personas inocentes.

Y quiero terminar con estas dos frases de Pedro Sánchez en su breve declaración en Moncloa, cuando dijo que se queda: «Confundir lo que es libertad de expresión con lo que es libertad de difamación es una perversión de la Democracia». Y en alusión a su esposa y la campaña de descrédito que ha sufrido, apuntó con acierto: «Quieren a la mujer en casa, renunciando a su carrera profesional». Manos sucias que conviene desenmascarar para limpiar la política del barro que le sobra.

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