La 38ª jornada de Segunda

A punto de caramelo. La crónica del Real Zaragoza-Las Palmas (1-1)

El Zaragoza, que acabó con Fuentes de portero tras la expulsión de Cristian, suma su décimo partido sin caer tras un partido que estuvo cerca de ganar y que pudo perder

Bebé celebra el gol que adelantaba al Zaragoza.

Bebé celebra el gol que adelantaba al Zaragoza. / ÁNGEL DE CASTRO

Jorge Oto

Jorge Oto

Seguramente, el empate no fue injusto. Ni negativo para un Real Zaragoza que bien pudo ganar pero que también estuvo cerca de perder. El punto, en todo caso, recompensa el buen trabajo de un equipo aragonés que alarga su racha hasta los diez partidos sin caer pero vuelve a dejar un sabor agridulce por volver a dejar escapar una gran oportunidad para seguir creciendo a base de victorias. 

Fue un empate en el frenopático. Un punto de locura para un Zaragoza que sigue anclado en zona de nadie y que ha alcanzado su mejor versión en el tramo final de la temporada. Tarde para soñar y a tiempo para dejar de sudar. Será cuestión de enfocar el presente como el final de un triste pasado y el inicio de un futuro mejor.

Si Las Palmas había sido superior en la mayor parte de la primera mitad, el Zaragoza fue mejor en la segunda. Con espacios y ante rivales que dejan jugar, el equipo aragonés se encuentra a gusto porque es en ese escenario donde puede mostrar su verdadera esencia. Eso sí, los canarios estuvieron cerca de que el guion saltara por los aires merced a una salida en tromba que metió el miedo en el cuerpo al Zaragoza. En apenas cinco minutos, Viera y Sandro ya habían dispuesto sendas oportunidades claras que solo la mala puntería de los atacantes amarillos separó del gol.

El Zaragoza, descosido en el medio por un Viera a la bartola entre líneas, trataba de quitarse de encima el asedio del rival, pero necesitaba robar para correr y Las Palmas, consciente de ello, aseguraba el pase y el tiro. Pejiño lo intentó desde lejos, pero Cristian, bien situado, detuvo el balón.

Poco después llegaría la mejor ocasión zaragocista. Un robo de Gámez propiciaba esa ansiada contra gestionada por Azón y culminada regular por Bebé, cuyo disparo telegrafiado no fue difícil para Valles.

Pero el gran problema vino después. Giuliano se besaba la rodilla tras un forcejeo que dejaba al argentino en el suelo y con la mosca tras la oreja. El punta no tardó en percatarse de que así no podía seguir y, con apenas un cuarto de hora de juego, dejó al Zaragoza sin uno de sus mejores hombres. Puche fue el elegido por Escribá para afrontar el escollo.

El percance fue otro golpe en el mentón para un Zaragoza que tardó en reaccionar. Un par de ensayos de Bermejo y tres seguras intervenciones de Cristian a disparos de Viera, Loiodice y Lemos fueron los únicos argumentos ofensivos hasta que el meta argentino desplegó las alas para sacar de la escuadra un disparo envenenado de Sandro ya en el descuento de un primer periodo en el que Las Palmas pudo salir vencedor por puntos.

Mucho mejor

Pero la reanudación mostró a un Zaragoza mejor colocado, más sereno y restablecido del sofocón tras haber perdido a Giuliano. Azón no llegó por poco a un buen centro de Francho apenas un par de minutos antes de que Bebé adelantara a los aragoneses tras culminar con un zurdazo inapelable una contra manejada por Gámez, cuyo servicio al luso se vio beneficiado por el resbalón de Lemos.

García Pimienta, con la soga al cuello, empezó a mover el banquillo y buscó profundidad con la entrada de Marvin para explotar el cansancio de Bebé en la izquierda, desde donde llegaría después la jugada que propició el empate. Antes, Gámez y Azón habían estado a punto de dar matarile al partido y al rival con sendos disparos cruzados. El del canterano solo se vio apartado del gol por la gran intervención de Valles, mucho mejor con las manos que con los pies.

El Zaragoza tenía el partido controlado ante un cuadro canario cada vez más nervioso y vacío. Un error en la entrega de Pejiño acabó con el balón en Bebé, desacertado en la definición. El partido estaba donde quería un conjunto aragonés, que pronto dejaría de contar con un agotado Azón, al que sustituyó Gueye. Con más de veinte minutos por delante, el Zaragoza ya no tenía a su delantera titular. Mal asunto. García Pimienta, en cambio, tiraba de artillería y recurría a Loren y Kirian.

Una pugna de Moleiro con Nieto deparó un duelo entre hombros que acabó con el codo del aragonés tocando el balón. Milla Alvéndiz negaba con la cabeza ante las protestas de los canarios, pero desde el VAR le advirtieron de que había penalti. Viera no perdonó y el partido se instaló en la locura colectiva.

Escribá hizo un triple cambio, puso en liza el doble lateral que bien pudo haber usado en Eibar y el árbitro castigó en el descuento el aplauso de Cristian tras su amonestación con una roja que abocó a Fuentes a la portería. Sandro la tuvo pero su tiro se fue alto. A punto de caramelo. Como el Zaragoza.