La opinión de Sergio Pérez

Toni Moya, Mouriño y el buen ojo de Julio Velázquez

Mouriño, feliz tras la victoria ante el Leganés junto a Valera y Enrich.

Mouriño, feliz tras la victoria ante el Leganés junto a Valera y Enrich. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Numéricamente, la puesta en escena de Julio Velázquez no ha sido para tirar cohetes: cuatro puntos de nueve posibles, con un poco de todo, una victoria (Leganés), un empate (Espanyol) y una derrota (Albacete). Sin embargo, detrás de esa estadística se esconde una realidad de alcance superior al bagaje de puntos conseguidos, simplemente discreto.

En tres jornadas, Velázquez no ha sumado mucho, pero sí ha logrado mucho. Cuando lo recogió, el Real Zaragoza apenas daba señales de vida, más bien emitía las de un equipo inerte, paralizado, sin soluciones y en caída libre. Los partidos contra el Atzeneta y el Huesca fueron el perfecto botón de muestra de cuál era el preocupante estado de las cosas en todas las esferas, las visibles y las invisibles.

En unas semanas, el entrenador salmantino ha detenido en seco ese derrumbamiento, ha fijado el suelo y ha conseguido invertir la tendencia y cambiar la dirección de la temporada. No es cualquier cosa porque la situación colectiva e individual en la que se encontró al equipo auguraba dificultades mayores. El camino de Velázquez ha transitado por varias fases: sorpresa y cierta angustia al primer momento tras el 1-0 de Albacete, reflexión posterior, acción decidida, valentía para cambiar, volantazo técnico y acierto en las decisiones tácticas e individuales.

Colectivamente, el Real Zaragoza ha empezado a encontrarse visiblemente más cómodo en los partidos contra el Leganés y el Espanyol, sujeto sobre una novedosa estructura y mejor armado en todos los niveles del juego. Ha pasado de ser un equipo que perdía con cualquiera a otro que le puede ganar a cualquiera. Ha adquirido competitividad, posicionamiento, frescura, armas y muchísima confianza.

Esa progresión colectiva ha repercutido decisivamente en la mejoría y crecimiento de futbolistas que fueron claves en la configuración de la plantilla en verano y cuyo nivel y protagonismo estaba lejos de lo que el Zaragoza necesitaba para ser un aspirante. Toni Moya es un ejemplo claro. En estas dos últimas jornadas, Velázquez le ha dado galones en el medio. Junto a Francho y Marc Aguado, este todavía más dedicado a labores de ajuste táctico y corrección posicional que a sentirse partícipe del inicio del juego, su siguiente reto para ser quien es, forman el mejor tridente posible en esa zona del campo.

El otro gran beneficiado de la llegada de Velázquez ha sido Mouriño. Señalado públicamente por Escribá en alguna ocasión, había jugado mal hasta el momento. El Atlético se estaba planteando seriamente una salida en enero por su ostracismo. Su situación ha cambiado totalmente. En la línea de cinco, ha crecido exponencialmente al lado de un Francés estupendo y con rol de líder y un Jair más resguardado y protegido de sus actuales inseguridades. Además, Manu Vallejo encontró la chispa del gol en Barcelona, Mollejo está haciendo un trabajo ingrato pero clave por su movilidad y Gámez y Valera han vuelto a brillar como carrileros en sus espacios naturales. Maikel Mesa también pisa las zonas en las que explotan sus granadas.

Velázquez ha acertado en sus decisiones tácticas y en las elecciones de piezas. Ha hecho algo de inmenso valor: frenar la caída en picado y empezar a crecer. Pero esto es solo el principio. Este domingo, en Lezama contra el Amorebieta, la Segunda División pondrá otra trampa en el camino del Real Zaragoza. Para escalar posiciones, hay que mejorar cada semana, sin vaivenes, de modo constante, en cualquier lugar y ante cualquier rival.