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Pedro IV el Ceremonioso

El 5 de enero del año 1387 murió en Barcelona uno de los monarcas más importantes de la historia de Aragón

Pedro IV

Pedro IV

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

La figura de Pedro IV es la de uno de esos genios de la diplomacia que dio la Corona de Aragón durante sus varios siglos de existencia. Fue hijo de Teresa de Entenza y Alfonso IV, naciendo en la localidad ilerdense de Balaguer en el año 1319, aunque su infancia y juventud las pasó en Aragón, por lo que en esta etapa fue más proclive a los intereses del reino aragonés, el cual buscaba una política más peninsular, que a los del condado de Barcelona o el Reino de Valencia, que buscaban una política de expansión mediterránea. Nunca tuvo un gran desarrollo físico que le permitiera ser un rey guerrero que inspirara a sus soldados, y desde muy pronto fue consciente de ello. Pero por ello comenzó a edad muy temprana a desarrollar su faceta cultural, siendo considerado un monarca muy culto y abierto a nivel personal. De hecho, en el propio palacio de la Aljafería de Zaragoza dispuso varios espacios como biblioteca. 

Lugarteniente del reino

Cuando en 1336 subió al trono ya tenía cierta experiencia de gobierno, pues había desempeñado el puesto de lugarteniente del reino durante un periodo de enfermedad de su padre. A pesar de la petición de algunos nobles catalanes de que fuera primero a Barcelona a jurar los Usatges, Pedro IV se hizo coronar primero en la Seo de Zaragoza, donde juró los fueros aragoneses tal y como dictaba la tradición desde hacía algo más de un siglo. 

Fue un rey muy enérgico y duro, a veces con fama de cruel o tirano, aunque quizás le ayudó a crearse esta fama sus continuos esfuerzos por incrementar el poder de la monarquía frente a una nobleza muy levantisca, especialmente en los reinos de Aragón y Valencia. En política interna reorganizó la corte, la administración y el ejército, estableciendo también los cánones de cómo debían efectuarse ciertos eventos reales como la ceremonia de coronación. Uno de los momentos álgidos de su reinado vino con su enfrentamiento con la Unión de Aragón. Desde hacía varios decenios, la nobleza y los concejos le habían arrancado a la monarquía el llamado Privilegio de la Unión, que sometía a un gran control a los monarcas, aunque no vayamos a pensar con ello en una especie de paraíso democrático, pues los intereses que defendían eran los de los poderosos. 

Batalla de Épila

En 1347 Pedro IV solo tenía por entonces a una hija, Constanza, y para asegurar la continuación de su linaje decidió unilateralmente que fuera nombrada como heredera al trono. No buscó la aprobación de la nobleza, la cual acusó al rey de contravenir sus privilegios, por lo que la Unión se levantó en armas contra el monarca. Fue una difícil situación, pues numerosas localidades de gran importancia dentro del reino se pusieron en el lado de la nobleza, como Zaragoza, Huesca, Teruel, Daroca y Calatayud. Sin embargo, Pedro IV terminó por imponerse gracias a su decisiva victoria en la Batalla de Épila en 1348. Esto supuso el final definitivo de la Unión y de sus Privilegios, que fueron derogados por el monarca. 

Por otro lado, el Reino de Mallorca había constituido un problema para la Corona de Aragón desde la muerte de Jaime I el Conquistador, pues este legó ese reino a su segundo hijo Jaime, disgregándolo del resto de los dominios de la Corona. Hubo varios intentos para reunificar estos Estados, pero finalmente fue Pedro IV quien logró arrebatárselos a Jaime III de Mallorca y reincorporó este reino a la Corona de Aragón de forma definitiva. 

A pesar del esplendor de las primeras décadas, los últimos años del reinado de Pedro IV fueron calamitosos. En primer lugar llegó la peste negra, que desde 1348 comenzó a asolar a la población de toda Europa. La pérdida de población provocó una creciente crisis económica que en la Corona de Aragón se tradujo en la quiebra de varias compañías comerciales catalanas, lo que acusó gravemente el rey, que desde hacía tiempo se había volcado en favorecer los intereses de la nobleza y los comerciantes catalanes por encima de los de otros Estados como Aragón. 

Además, entre 1356 y 1367 se desarrolló la Guerra de los Dos Pedros con Castilla, que afectó enormemente a los reinos de Aragón y Valencia, pues muchas de sus villas fueron ocupadas por las tropas castellanas, algunas durante varios años como Tarazona o Calatayud. La peste, la guerra y la crisis económica dejaron temblando a las arcas reales, hasta el punto de que el rey llegó a tener que empeñar su preciada corona de oro y piedras preciosas a unos prestamistas, corona que jamás pudo ser recuperada.

Política exterior

Mantuvo continuas luchas con la república de Génova, que financiaba constantemente rebeliones en la isla de Cerdeña contra la Casa de Aragón. 

Entre sus éxitos internacionales está el dominio de los ducados de Atenas y Neopatria, dominados desde hacía años por los almogávares. Para Pedro, un gran amante de la cultura clásica, el hecho de dominar la ciudad de Atenas fue todo un orgullo, aunque realmente estas posesiones en Grecia causaron más problemas que beneficios.