FIESTAS DEL PILAR 2023
En busca de la jarra perdida en la Oktoberfest de Valdespartera
La Oktoberfest se consolida como uno de los espacios más apreciados por el público
Hubo un compañero de este diario que hace unos años emprendió la búsqueda de una jarra de cerveza que le robaron en la fiesta de la cerveza de Valdespartera. Estaba reporteando el ambiente en la Oktoberfest cuando, en un descuido, le quitaron el enorme vaso de cristal recién pedido. Un suceso que plasmó en estas mismas páginas y que no ha sido remendado.
Pero un año más, con motivo de las Fiestas del Pilar, los colores azul y blanco de la bandera de Baviera han vuelto a inundar una de las carpas del recinto ferial de Valdespartera. Allá se dirige uno con ganas de sumergirse en el ambiente alemán y lo primero que sorprende es la cantidad de gente que hay dentro a pesar de que al día siguiente es día laborable. Parece que a los maños les gusta esto de la temática germana. El hecho de que la fiesta gire en torno al consumo de cerveza ayuda. Si todo se basara en comer chucrut otro gallo cantaría.
Las jarras son enormes y pesan como un demonio. Desde luego que no es un objeto fácil de robar con disimulo, aunque siendo que cuestan 12 euros uno es capaz de imaginarse porque los amigos de lo ajeno están pendientes de los despistados para tratar de hacerse con el botín. Cuando uno ha conseguido sitio en una de las decenas de mesas y se dispone a beber tranquilo, sorprende que, cada pocos minutos (demasiado pocos) se repite un ritual que te obliga a levantarte, como si de una misa se tratara.
La cancioncilla
Y es que cada pocos minutos (cada demasiado pocos minutos) se pone una canción que para el oído de un castellanoparlante suena algo así como 'eisjorsten', 'einjorstrein'. Tras una rápida búsqueda en Google se comprueba que en realidad la letra de la musiquilla dice 'ein prosit', 'ein prosit', que quiere decir algo así como un brindis, aunque el traductor del móvil tampoco lo tiene muy claro.
Pasa el rato y la jarra sigue a buen resguardo. Beberse más de una puede apetecer. Pero más de dos parece inviable. Y más si al día siguiente toca trabajar. Tras la reflexión suena la cancioncilla otra vez y lo hará unas trescientas veces más a lo largo de la noche.
Cuando acaba de tocar el grupo alemán sube al escenario un discjockey que españoliza bastante la fiesta pinchando los temas que más suenan en la actualidad en nuestro país. Será por aquello de la apropiación cultural que no todo podía ser tan alemán. La Oktoberfest gusta en Zaragoza. Pero sin pasarse de alemanidad.
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