Opinión | con la venia

Los amores del presidente

En el modelo norteamericano, la pareja, el matrimonio o la familia cercana constituyen activos electorales de la máxima importancia

Entre los entendidos en la cosa política hay quienes consideran al señor Sánchez desde la admiración, como un genio referente de la nueva forma de hacer política, una nueva forma de administrar los intereses generales. También los hay que, al contrario, le consideran un mentiroso patológico que no merece ninguna credibilidad. Es lícito sospechar que una y otra versión son inexactas, por cuanto no suelen darse tipos tan puros en la vida cotidiana. Lo normal es que en la naturaleza, y los jueces lo sabemos bien, predominen tipos mixtos y mestizos. Un tercer grupo compuesto por ciudadanos menos radicales o apasionados trata de llevar la figura del señor Sánchez al terreno de la simple originalidad, normalizando así su figura política. En cualquier caso, su biografía muestra algunos rasgos bien definidos sin los cuales nada tendría sentido: valor, audacia y suerte, mucha suerte.

Otra evidencia es el poco entusiasmo que muestra el presidente cuando de su propia muerte política se trata. De hecho, el presidente no muere nunca, pero caso de hacerlo, resucita o al menos sobrevive sin graves daños ni secuelas. En muchas ocasiones, cuando todo indicaba que se había metido en un callejón sin salida, aparece en él uno de esos personajes imaginativos que siempre termina inventando una puerta allí donde estuvo siempre un muro.

El último episodio de su larga trayectoria política viene constituido por la sorprendente iniciativa de auto-concederse un periodo de cinco días de suspensión provisional en sus funciones para reflexionar si era preciso dimitir o, por el contrario, era necesario continuar en el cargo.

Transcurrido el plazo de cinco días sin que existiera filtración de clase alguna, algo poco frecuente, por fin se produce la comparecencia del Sr. Sánchez en forma de declaración institucional y, por tanto, sin admitir preguntas por parte de los periodistas.

El balance provisional de tales acontecimientos no fue el que calculaban muchos de los comentaristas, partidos políticos o ciudadanía en general. En los resultados del lance no es apreciable daño alguno ni en la línea de flotación ni en ninguna otra parte del buque-PSOE, que ha vuelto a salir indemne de la tormenta.

Por el contrario y según alguna encuesta y especialmente en la del CIS, la actuación del señor Sánchez ha supuesto un sustancial incremento electoral de la intención del voto de su partido. Sólo el paso del tiempo dirá si se consolida o no tal fenómeno, pero lo cierto es que hoy por hoy su conducta no parece perjudicar las expectativas de los afiliados y votantes socialistas. En breve, las elecciones catalanas y las europeas pueden dejarnos entrever algunas pistas fiables sobre el mapa electoral.

Entre tanto la conducta de Pedro Sánchez al suspender provisionalmente su intervención en el proceso y, posteriormente, su decisión de reanudar su participación en el mismo, presenta una característica común y distinta a la usual en el foro. Ambos gestos contienen apelaciones a la inteligencia política y a la racionalidad pero, en el caso que nos ocupa, existe una directa apelación a los sentimientos, incluso a los más íntimos de su ámbito sentimental. La introducción en el proceso electoral de factores ajenos a la lógica y a la argumentación razonable parece importada del modelo norteamericano donde la pareja, matrimonio o familia cercana, constituyen activos electorales de la máxima importancia. Son asuntos importantes que el candidato o candidata tengan pareja estable, que se quieran y a ser posible que tengan hijos menores de edad. De hecho el amor, los sentimientos, son fábricas de votos. También se aprecia en estas culturas el haber superado con éxito una juvenil adicción a las drogas, a las bebidas alcohólicas o al sexo desbordado que ignora el sentido de la palabra castidad o cualquier otro vicio privado, desvelado en el momento más adecuado.

Para bien o para mal, en el mundo angloamericano estos factores pueden determinar el éxito o el fracaso de cualquier proyecto personal, institucional o político. La confesión pública de que está enamorado de su esposa no es como se ha dicho una muestra de infantilismo, más bien es una muestra de inteligencia emocional. El autor de ambos documentos sabe que su historia de amor pesa más en los ciudadanos normales y corrientes que cualquier promesa o compromiso electoral.

El mundo y sus cosas han cambiado. Las rentas de la política tradicional ya no sirven, y conviene empezar a tenerlo en cuenta si es que se pretende seguir existiendo en este mundo tan antiguo como extraño.

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