Memoria Histórica en Aragón

Exhumación en Castiliscar: Dos fosas y una veintena de historias por desenterrar

La localidad vive estos días la exhumación de varios fusilados en los inicios de la Guerra Civil, y hace un llamamiento a las familias de las víctimas para poder cotejar sus ADN.

La excavación ha sido impulsada por el ayuntamiento.

La excavación ha sido impulsada por el ayuntamiento. / ALBERTO ARILLA

Alberto Arilla

Alberto Arilla

La tarde del 20 de agosto de 1936, Ignacio Bueno, un joven de Castiliscar de 18 años, se encontraba junto a su tío en las inmediaciones de la localidad cincovillesa. Era época de trilla, y ambos se dirigían a una era, cercana al pueblo, cuando escucharon llegar una camioneta llena de gente, jaleando. Poco después, el estruendo causado por los sonidos de bala dejó aquella tarde grabada en la memoria del joven durante casi un siglo. Ahora, 87 largos veranos después, cargados de testimonios orales como el de Ignacio, dos fosas comunes han aparecido en el cementerio de la localidad. Por el momento, han sido avistados ocho cuerpos, pero todo indica que el total podría superar la veintena.

Ignacio Bueno ya no está, pues falleció hace un lustro, a los 100 años de edad, pero su hijo, el cual heredó su nombre, ha impulsado junto al Ayuntamiento de Castiliscar unas exhumaciones que buscan devolver la dignidad a las familias ultrajadas. «El sentir y la opinión general es que eran 18 jóvenes de Alagón, un sentir que se ha ido transmitiendo a quien se ha querido interesar», cuenta Bueno a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN. Con todo, el paso del tiempo y la indagación en documentos como los registros de la cárcel de Ejea hacen suponer que, además de Alagón, los jóvenes asesinados procedían también de otros pueblos de la Ribera Alta del Ebro, como Grisén o Pinseque.

Fosa individual hallada en el cementerio.

Fosa individual hallada en el cementerio. / alberto arilla

«El 19 de agosto del 36, falangistas de Ejea y de otros pueblos cercanos hacen una batida por esos tres pueblos. En total, se llevan a 47 personas, entre ellos concejales, gente de los sindicatos…», explica Javier Ruiz, arqueólogo de la asociación memorialista Charata y uno de los responsables de las excavaciones, que continúa: «Entran en la cárcel de Ejea, y el día 20 los sacan y los llevan en tres convoyes a Erla, Biota y Castiliscar. El problema es que no sabemos dónde acabó cada uno». Y es que el desplazamiento de las víctimas a decenas de kilómetros de sus lugares de origen era una forma común de represión, tal y como señala Ruiz, quien destaca que, de este modo, «las familias no sabían nunca dónde se encontraban sus familiares».

Todo ello, además, se unía al componente psicológico ejercido sobre la población que recibía a los presos políticos. «Se obligaba a la gente de izquierdas de los pueblos a enterrarlos, para que supiesen lo que les podía ocurrir a ellos en cualquier momento», sostiene el arqueólogo.

La segunda de las fosas, en cambio, sí parece tener nombre y apellidos, debido a su carácter individual. «Los testimonios apuntan a un hombre de Sos, Irineo Alvarado Urpegui, militante de la CNT y al que asesinaron y enterraron solo», cuenta Ruiz. Una víctima que, según Ignacio Bueno, fue fusilado tan solo unos días después, como recordaba su padre. «Se cuenta que un vecino de Sos, que se encontraba en Castiliscar, reconoció a Irineo y de una patada lo metió en la fosa. Después, dijo que a la vuelta caerían más», recuerda.

Tapia del cementerio de la localidad, donde eran fusiladas las víctimas durante la guerra civil española. | FOTOS: ALBERTO ARILLA

Tapia del cementerio de la localidad, donde eran fusiladas las víctimas durante la guerra civil española. | FOTOS: ALBERTO ARILLA / alberto arilla

Asimismo, a estas dos fosas se podría sumar una adicional, con el cuerpo de dos mujeres de Sádaba, tal y como recogen las Memorias de la Guerra Civil escritas por Ismael Cavero, habitante de la localidad vecina. En cualquier caso, los responsables de la exhumación han querido hacer un llamamiento a los familiares de las víctimas para poder cotejar sus ADN con los cuerpos. Así, los interesados pueden ponerse en contacto a través del Facebook del Equipo Arqueológico Forense de Aragón, o bien a través del correo electrónico correo equipoarqueo@gmail.com

Arriesgado paso del tiempo

Precisamente, las pruebas genéticas son la prueba fehaciente de la importancia de la memoria histórica, a tan solo unos años del centenario de la guerra, en un momento en el que algunos grupos políticos como Vox la ponen en entredicho. «Tenemos claro que cuando entren a gobernar, se acabó. Este tema no se ha tomado en serio y se ha politizado, cuando lo único que hacemos es buscar a unas personas asesinadas por sus ideas políticas. El problema es que el tiempo, y si tenemos varios años de parón, podremos encontrar fosas en el futuro, pero será más difícil identificarlas, porque hijos casi no quedan», lamenta Ruiz.

Una opinión compartida por Ignacio Bueno, exalcalde de la localidad y procedente de una familia también represaliada: «Muchas veces dicen que hay que dejar a los muertos en paz, pero es que no murieron en paz. Fueron fusilados y arrojados a una fosa».