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La excomunión de Pedro III El Grande

El 21 de marzo de 1283 el Papa Martín IV confirmó la excomunión de Pedro III de Aragón. ¿Cómo se llegó a esta grave situación?

Pedro III el Grande en el collado de las Panizas, de Mariano Barbasán (1891).

Pedro III el Grande en el collado de las Panizas, de Mariano Barbasán (1891). / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

En época medieval, de una profunda religiosidad cristiana en Europa y donde el papado todavía tenía un fuerte poder terrenal, una excomunión no era un asunto baladí. Te dejaba fuera de la comunidad cristiana, te condenaba a arder en el infierno y, en caso de ser rey, permitía a todos tus súbditos que fueran en contra tuya, además de perder el derecho a conservar tu corona. Pues de esta guisa nos encontramos a Pedro III el Grande. Hijo y sucesor de Jaime I el Conquistador, tenía por delante la dura tarea de emular a su padre y guiar a la Corona en su expansión. Sin embargo, la conquista de las Baleares y Valencia varias décadas antes le dejó sin posibilidad de expansión hacia el sur, pues Murcia pertenecía a Castilla en virtud de varios tratados como el de Cazola (1179). Entonces, ¿cuál era la vía de expansión para Pedro III? El Mediterráneo, por supuesto.

Por entonces, el Mare Nostrum era la principal vía de comunicación y de comercio para Europa, además de contacto con el lucrativo comercio con Oriente. Era pues importante controlar diferentes enclaves estratégicos que facilitaran el control de las rutas comerciales. En esa posición encontramos a la Corona de Aragón, y sobre todo al comercio catalán, aunque también en menor medida el valenciano y el aragonés, que estaban por entonces en pleno auge. Y aquí aparece Sicilia, justo en mitad del Mediterráneo, y por lo tanto espacio idóneo para asentar la expansión comercial de cualquier potencia.

Es aquí donde entra Pedro III. En 1262, el rey de Aragón se casó con la princesa Constanza de Hohenstaufen, hija del rey de Sicilia Manfredo I (a su vez hijo bastardo del emperador Federico II del Sacro Imperio Romano Germánico). El papado llevaba décadas de luchas contra la familia de los Hohenstaufen para dirimir quién tenía más poder en la tierra, si los emperadores o el papa de Roma. Es por ello por lo que el papa Clemente IV veía como una amenaza que un Hohenstaufen como era Manfredo reinara en Sicilia. Así pues, Clemente decidió inventarse que Manfredo, que era rey de Sicilia y de Nápoles, quería conquistar toda Italia, ante lo cual decide excomulgarle y buscar a un rey más propicio a sus intereses.

Un actor representando a Pedro III en unas justas recreadas por el Día de San Jorge en Zaragoza, en 2007.

Un actor representando a Pedro III en unas justas recreadas por el Día de San Jorge en Zaragoza, en 2007. / EL PERIÓDICO

Clemente, como buen papa francés, se inclinó por Carlos de Anjou, hermano del rey Luis IX de Francia. Carlos, tras varias campañas militares, logró conquistar Sicilia y matar a Manfredo, por lo que finalmente fue proclamado rey de Sicilia. Pero Pedro III, ansioso por expandir la Corona de Aragón, empezó a urdir un plan para hacerse con la corona siciliana. Comenzó a dar apoyo bajo mano a los sicilianos que estaban en contra de ser gobernados por los franceses, logrando además la ayuda del Imperio bizantino, que también quería sacar a los galos de Sicilia. Mientras, Carlos de Anjou provocó un fuerte descontento entre la nobleza y la población siciliana, y muchos opositores se exiliaron en la Barcelona de Jaime I, como el gran almirante Roger de Lauria.

Llegamos entonces al crucial año de 1282. La historia cuenta que en la celebración de las vísperas del día de antes al lunes de Pascua, un 30 de marzo de 1282, varios franceses molestaron a una joven siciliana, pero su padre acudió en su ayuda y apuñaló a uno de los franceses. Se desató entonces una enorme trifulca y, finalmente, los palermitanos realizaron una enorme matanza de franceses en la ciudad, hecho al que se acabó llamando las «Vísperas sicilianas». Lo más probable es que este levantamiento estuviera preparado y que además hubiese sido orquestado desde la distancia por Pedro III de Aragón.

Vista de Sicilia y el volcán Etna al fondo.

Vista de Sicilia y el volcán Etna al fondo. / ORIETTA SCARDINO / EFE

Dado el estado de indefensión en el que se encontraba la isla, los sicilianos decidieron acudir en busca de la ayuda de Pedro III que, fijaos que casualidad, se encontraba muy cerca, en las costas de África, realizando una campaña sobre Túnez. ¿Por qué buscaron a Pedro y no a otro monarca? Pues porque este estaba casado con Constanza, hija del derrocado rey Manfredo de Sicilia, y de hecho era ya la única heredera viva que quedaba. Es por ello que el trono le pertenecía a ella, y por ende, a su marido el rey de Aragón.

Pedro III desembarcó en Sicilia y fue coronado en Palermo como rey en septiembre de 1282, derrotando sucesivamente a las tropas francesas. Pero esto ni Francia ni Roma podían permitirlo, y el siguiente papa, Martín IV, a la postre también francés, decidió excomulgar a Pedro III de Aragón por haberse hecho con Sicilia. El pontífice ofreció el trono aragonés a los franceses que trataron de invadir los reinos peninsulares, pero fueron de nuevo derrotados por las tropas de la Corona. Poco pudo disfrutar Pedro III de sus victorias, pues murió en 1285 poco después de hacer huir a Luis IX de Francia.