CITA CON LAS URNAS

Un debate capital: Zamoray-Pignatelli, un problemón que viene de lejos

El entorno de Zamoray-Pignatelli es una de las zonas más degradadas de la capital aragonesa / Los vecinos urgen soluciones, pero estas son complejas y requieren de mucha inversión

En febrero ardió un edificio en el número 43 que estaba siendo tapiado.

En febrero ardió un edificio en el número 43 que estaba siendo tapiado. / ANDREEA VORNICU

Iván Trigo

Iván Trigo

Zaragoza dispone de uno de los cascos históricos más grandes de toda España. Desde la iglesia del Portillo hasta el parque Bruil hay unos dos kilómetros en los que cabe de todo: desde la plaza del Pilar, escaparate de la capital aragonesa, hasta callejuelas poco transitadas. Pero hay especialmente un barrio que, a pesar de estar en el corazón de la ciudad, es a la vez una de las zonas más degradadas de la urbe. Es todo el entorno de las calles Zamoray-Pignatelli y seguro que será uno de los principales dolores de cabeza del próximo Gobierno municipal, como ya lo es para los vecinos que allí viven.

La calle de Conde Aranda debería ser una de los ejes centrales del centro de la ciudad. Una avenida arbolada que uniera la plaza del Pilar con el palacio de La Aljafería. Pero lo que se esconde a ambos lados de esta vía es ya no solo poco atractivo para los visitantes, sino también para los que habitan la zona: suciedad, falta de inversión, edificios en mal estado, delincuencia, problemas de convivencia y un largo etcétera que han hecho que en los últimos años las asociaciones de vecinos se hayan puesto en pie de guerra.

En todo el entorno de Zamoray-Pignatelli y El Gancho, en los últimos años se han sucedido los altercados en edificios okupados, bloques que además ya habían sido señalados por los propios vecinos como fuentes de conflicto. Incendios intencionados, tráfico de drogas, peleas a navajazos, incluso persecuciones policiales con tiros de por medio.

El último de los incidentes más graves ocurridos fue el pasado mes de febrero, cuando ardió un edificio en la calle Pignatelli, en el número 43, que además estaba siendo desalojado poco a poco. Se estaba procediendo a tapiar las viviendas para evitar que fueran okupadas cuando el fuego arrasó con la estructura del bloque de pisos.

En septiembre también ardió otro bloque, en el número 67 de la misma calle, cuando un joven fue a comprar droga, se cansó de esperar y prendió fuego al narcopiso. Los habitantes de la zona ya habían alertado también de las actividades ilegales que se desarrollaban allí, pero hasta que no reventó el problema no se puso una solución.

Guetificación vs. gentrificación

Durante los últimos años se han sucedido también las protestas en la calle. Toda esta presión social aunada con la problemática del barrio propulsó la acción del Ayuntamiento de Zaragoza, que aprobó un plan especial para atajar la degradación de la zona. Desde entonces, el área de Urbanismo ha comprado o expropiado una veintena de solares e inmuebles para rehabilitarlos como vivienda de alquiler. También se han instalado cámaras de seguridad en la zona y dentro de no mucho tiempo se procederá al cambio de las farolas para mejorar la iluminación y, con ello, la seguridad. O esa es la pretensión.

Pero los vecinos piden más. Y piden celeridad. Quieren que cuando adviertan de que un edificio es problemático, la Policía pueda actuar de oficio sin esperar a que arda para ser desalojado. Quieren más limpieza y más civismo. Quieren más vivienda para atraer a nuevos pobladores que le den la vuelta a la situación y reactiven el comercio para que las calles vuelvan a la vida. Y equipamientos que cubran las necesidades de los habitantes de la zona.

Y es que los problemas de Zamoray-Pignatelli no son nuevos. En las sucesivas campañas electorales, los vecinos se han hartado de escuchar promesas y soluciones rápidas y clarificadoras que después se han demostrado lentas e ineficaces a veces. Pero ahora alertan: o se actúa ya o la espiral de degradación no frenará.

Pero los problemas también son complejos y no se deben a un único factor, ni hay medida que por sí sola pueda acabar con el conflicto. El envejecimiento del parque inmobiliario ha devaluado el precio de las viviendas, lo que ha atraído a familias sin recursos que no pueden pagarse otra cosa. Y cuando este proceso de guetificación se enquista surgen problemas de convivencia, que es lo que está ocurriendo.

La vivienda es por tanto una de las claves, pero construir solo vivienda libre puede provocar el efecto contrario: la gentrificación, es decir, que el barrio se convierta en una zona para la élite en la que los altos precios desplacen a los vecinos que llevan toda la vida habitando las calles de San Pablo y el entorno de Pignatelli.

Estas dificultades para solucionar el problema son las que tendrán que afrontar los políticos durante los próximos años y las que también han dividido incluso a las asociaciones de vecinos, que defienden diferentes tipos de intervenciones para acabar con los mismos problemas. Un ejemplo claro de esta divergencia de opiniones se dejó notar con el desalojo del Buñuel.

Hubo quien defendió la buena labor que el centro social comunitario hacía para el barrio. Hubo quien se puso de perfil. Y hubo quien celebró el desalojo y la reconversión del antiguo instituto en un centro de mayores.

Contentar a todos será complicado, pero la próxima alcaldesa, o alcalde en caso de sorpresa mayúscula, seguro que se acostará más de una noche pensando en qué hacer para acabar con la degradación en Zamoray-Pignatelli.

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