La música que no es música de Quevedo derrumba los Pilares

El artista del momento arrasa en su primera visita a Zaragoza en un concierto en el que demostró el porqué de su fama ante 14.500 espectadores

Arturo Pola

Arturo Pola

Se presentaba el concierto del artista canario como uno de los momentos cumbre en las Fiestas del Pilar de este año, especialmente para los más jóvenes, y la verdad fue que el fenómeno Quevedo, aunque muchos no lo entiendan, pasó por Zaragoza al igual que lo está haciendo en el resto de España y del mundo, arrasando.

El artista del momento se presentó puntual a su cita, completamente de negro y con unas gafas de sol que se quitó a mitad de concierto, a la vez que se colocó un cachirulo en el pantalón. Quevedo carga sobre sus hombros todo el peso del espectáculo. Ni un solo músico más, ningún instrumento y ningún bailarín en lo que los más puristas no considerarían ni un concierto, todo lo contrario que los 14.500 espectadores que han abarrotado el lugar, que se entregaron desde el primer momento al chico de moda. Tal era la aglomeración que los últimos en llegar ni pudieron entrar a la carpa principal y se tuvieron que conformar con seguir la función por las pantallas gigantes.

«Buenas noches, Zaragoza», se ha presentado el canario y desde ese momento Quevedo ha deleitado a los presentes con su retahíla de éxitos casi sin descanso, con la única coreografía de él dando botes de un lado al otro del escenario sin parar. El público, mayoritariamente adolescente, iba descontando de la lista los temas que Quevedo iba despachando uno a uno el canario y enumerando los que estaban por llegar. Todos ellos, repletos de sonidos pregrabados, algo artificiales y con autotune a mansalva, el polémico sello de identidad que acompaña siempre al artista y que provoca la paradoja de que uno sale con la duda de cómo es realmente la voz del canario.

Éxito tras éxito

Sin embargo, nada de eso preocupaba a los allí presentes, que pudieron disfrutar primer con las canciones más lentas y personales de Quevedo (Sin señal, Me falta algo o Piel de Cordero, entre otras) como si de un calentamiento se tratara.

Poco a poco fue aumentando la temperatura y el ritmo del concierto. «Sé que este tema os lo sabéis», aseguraba con suficiencia Quevedo. Y, efectivamente, esa (Wanda) se la sabían todos. Bueno, esa y todas, porque desde ese momento cantó casi más el público que el canario, al que le encanta admirar su obra y ver cómo sus canciones se han convertido en himnos. Polaris, La Playa del inglés y Cayó la noche hicieron las delicias de un público desatado. Las dos últimas, después de un amago de despedida que nadie creyó, retumbaron todavía más en un Espacio City que parecía temblar. «Que se caiga Zaragoza», exclamó un Quevedo que dijo adiós a su primera vez en la ciudad primero con Columbia y, como no podía ser de otra manera, con un apoteósico Quédate final.

Muchos considerarán que lo que ha sonado este jueves en Espacio Zity no es música. Lo sea o no, lo cierto es que despierta las mismas emociones que la tradicional. La voz de Quevedo puede que sea mentira, pero el fenómeno global que ha creado es una certeza irrefutable. Y la verdad es que, si uno se aleja de los prejuicios, se disfruta.