MUJER Y DEPORTE

La marchadora casual

Maite Gargallo pasó de desconectar del atletismo siete años a llegar en ese mismo tiempo a dos Mundiales y unos Juegos en marcha, una especialidad que entró en su vida «de forma espontánea»

Maite Gargallo, con sus zapatillas y tras salir a marchar por el Paseo Marítimo de Tarragona.

Maite Gargallo, con sus zapatillas y tras salir a marchar por el Paseo Marítimo de Tarragona. / SERVICIO ESPECIAL

S. Valero

Dos Mundiales, en París y en Helsinki, y unos Juegos Olímpicos en Grecia, contemplan a Maite Gargallo, hitos en la carrera de cualquier deportista que a ella le llegaron en la especialidad de la marcha casi sin buscarlo. «Fue una casualidad total, todo muy raro, de película. Viví la élite como algo regalado, casi espontáneo», asegura la atleta zaragozana, ahora afincada por trabajo en Tarragona y que vivió en siete años, entre 2002 y 2009, cuando se retiró, lo que a muchos les cuesta muchísimo más tiempo lograr. «La gente me pregunta si he luchado mucho para llegar a unos Juegos Olímpicos, pues lo que tengo que decir es que no tanto, que casi se me cayó encima».

La historia arranca en 2002 con el retorno de Maite a Zaragoza por motivos laborales, ya que es ingeniera agrícola. Había dejado el atletismo a los 25, al acabar la carrera y comenzar a trabajar, después de unos inicios en la natación y de una etapa de fondista y en el cross desde los 13 en la que completó un palmarés discreto, aunque fue Campeona de España Universitaria en 10.000. «Me desconecté totalmente al irme a trabajar a Cuenca, pasé a correr como mucho una vez al mes, hacía algo de natación y descenso de aguas bravas, pero nada más». Pero al volver a su tierra comenzó a bajar a las pistas de La Granja, con el marchador Fran Guajardo y con su entrenador, Javier de la Fuente. «Estaba un grupo pequeño de marchadores, también con María José Poves o Fernando Ballarín, y mi entrenador me dijo que probara con esa especialidad. Yo no me veía, quería hacer solo deporte salud, pero empecé y enseguida vieron que tenía facilidad para marchar», explica. 

La exatleta aragonesa posa en la playa de Tarragona.

La exatleta zaragozana, en una de las playas de Tarragona. / SERVICIO ESPECIAL

La casualidad, como si de una novela se tratara, siguió creciendo de una forma frenética, porque «luego necesitaba el Scorpio una atleta más para la Liga de Clubs y me apuntaron. Hice mi primer 5.000 con una marca de 24.06, cuando lo normal es hacerlo en una media hora la vez que empiezas». Esas marcas ya la llevaron al Nacional de 10 kilómetros y a una descalificación en el kilómetro siete cuando iba segunda tras María Vasco, pero los técnicos de la Federación y Josep Marín le cogieron la matrícula: «Hasta me preguntaron que si era argentina porque en mi licencia ponía AR, que era de Aragón. Es que ni me conocían, me decían que de dónde había salido».

«Viví la élite como algo regalado. No tuve que luchar como otros, casi se me cayó encima»

En 2003 comenzó con una planificación seria de entrenamientos, «aunque aún no doblaba», y sí finalizó el Nacional de marcha, quedando quinta y con poco más de hora y media de registro. Pero la explosión llegó en el Gran Premio de los Cantones, en La Coruña. «Fui por mi cuenta, sola, en tren y durmiendo en una pensión. Acabé la mejor española e hice un 'tiempazo', 1.30.41, que era entonces la segunda mejor marca nacional de la historia y la mínima para el Mundial de París. Ahí abandoné, llegué muy pasada de forma».

Marcharía en otro Mundial, en Helsinki 2005, donde acabó decimosexta, pero antes cumplió el sueño de todo deportista y lo hizo en la cuna del atletismo, en Grecia. «Estar en unos Juegos es lo máximo, el sueño de todos. Fuimos María Vasco, Rocío Florido y yo y me descalificaron en el kilómetro 15. Aún no sé por qué y tampoco lo acertaba a comprender el seleccionador». Su carrera tuvo el punto final en 2009, cuando «ya tenía 39 años y por edad, con las lesiones, iba ya muy justa, incómoda. Tenía esa falta de motivación por no querer forzar más el cuerpo».

El nuevo reto

El atletismo de nuevo desapareció de su vida después, hasta que tras la pandemia se marchó a trabajar a Tarragona y empezó correr, a hacer trail con un grupo de amigas y, casi sin querer, hace algo menos de un año, la marcha entró en escena de nuevo. «Un día iba corriendo en el Paseo Marítimo y me adelantó un chico de 13 años que marchaba de maravilla y no pude evitar preguntarle. Era el hermano de Julia Suárez, una de las mejores de Cataluña y España para su edad y comencé a tener contacto con el Club Atletismo de Tarragona y a llevar la Escuela de Marcha». Allí entrena dos días a la semana y allí de nuevo llegó el gusanillo por esta especialidad. Y ha regresado además con toda la fuerza. De hecho, el 29 de enero participa en el Campeonato de Cataluña Máster, en 5 kilómetros. «Voy a intentar ganarlo», promete. Apuesten por ella... 

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