MERCADOS
Hablan los detallistas: "Al mercado de San Vicente de Paúl le queda mucha fuerza"
Mariano Escartín es el presidente de los vendedores de este recinto, en el que siguen abiertos diez puestos de los 20 disponibles
"Hay que admitirlo, en el mercado no teníamos futuro"
![Una de las fruteras del mercado de San Vicente de Paúl.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/8f0b47b8-23d2-4db4-bcf5-a8477b523c62_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Una de las fruteras del mercado de San Vicente de Paúl. / ANDREEA VORNICU
El mercado de San Vicente de Paúl de Zaragoza estrena este miércoles una iniciativa que pretende aumentar el flujo de visitantes y, por tanto, de potenciales compradores para asegurar así la supervivencia de unos detallistas que llevan años asistiendo a un goteo de cierres. "Mucha gente se jubila y no hay relevo generacional, ese es el principal problema", explica el presidente de los vendedores en este mercado, Mariano Escartín.
No obstante, Escartín no es ni mucho menos pesimista: "A los mercados todavía nos queda mucha fuerza". "Mi abuelo vendía hace mas de 100 años sus productos en la plaza de San Pedro Nolasco. Venía en burro y carretilla hasta que se abrió un puesto en este mercado. Y aquí seguimos", añade.
El aumento de la concienciación por la alimentación saludable y sostenible también está atrayendo a nuevos clientes. "No es verdad que no venga la gente joven. Vienen muchas parejas de menos de 40, sobre todo los viernes y los sábados por la mañana, que es cuando tienen tiempo. Están sensibilizados con el medio ambiente y su salud. Vienen con sus propias bolsas como antes", explica Escartín.
"El que quiere comer sano sabe que tiene que dedicarle tiempo a la cocina, pero comprando en el mercado vas más rápido, porque mientras esperas en un puesto y pides la vez puedes comprar en otro", asegura Escartín. En el mercado de San Vicente de Paúl, de los 20 puestos disponibles, quedan 10 abiertos, que pertenecen a seis detallistas difernetes.
A pesar de que aguantan, Escartín sí que reconoce que han perdido muchos clientes. "Antes en cada casa había un matrimonio con hasta tres y cuatro hijos. Y eso se notaba. Ahora las familias jóvenes se van del barrio buscando pisos más baratos en las afueras", comenta.
Junto a su puesto, Escartín ofrece productos que están cerca de perecer. "Son cosas que sobran de un día para otro o que se ponen más maduras. Las vendemos por cajas a un precio muy bajo. Aquí no se tira nada", cuenta Escartín.
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